Parlamentarismo


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Otra de las ideas que se andan discutiendo en estos momentos en Colombia, encabezada por Alfonso López Michelsen, es que en Colombia debería plantearse un régimen parlamentario.

Gran parte de la discusión que hoy gira al rededor de la reelección (y/o de la reelección de Álvaro Uribe Vélez), tiene su origen en la necesidad percibida o el temor del caudillismo. La figura presidencial es tan importante, tan poderosa y tan personalista en Colombia que se confunde el proyecto institucional de un gobierno con la persona que lo encabeza.

La mayor parte de los regímenes parlamentarios (¿todos?) distinguen en dos personas distintas al jefe de estado y al jefe de gobierno.

Un jefe de estado, como el Rey Juan Carlos de España, o el Presidente Chirac de Francia, o la Reina Isabel de Canadá, son la máxima autoridad en su país, representa al estado y es símbolo de su pueblo.

Por otro lado un jefe de gobierno, como el Presidente de Gobierno en España o los Primeros Ministros de Francia y Canadá, representa al gobierno político; y es a su vez el representante de la política (i.e. de la coalición mayoritaria en el parlamento.)

La división exacta de funciones varía. Chirac tiene mucho más poder político en Francia de aquel poder que Isabel II ejercita en Canadá. Pero esa separación personal de ámbitos permite separar igualmente lo que son políticas de gobierno con políticas de estado.

Una política de estado es aquella que encausa a una nación a largo plazo y que debe contar con el concenso del pueblo. Una política de gobierno es aquella que define el estilo y las prioridades que una determinada doctrina política impone.

El otro punto a favor del régimen parlamentario es que hace irrelevante la discusión sobre reelección presidencial. En un parlamento que funcione existirán varios partidos políticos que tienen que estructurarse en base a proyectos. Hoy en día los partidos en Colombia están estructurados alrededor de personas.

La continuidad de un proyecto político está garantizada en la medida en la
que el pueblo siga confiando, y por lo tanto eligiendo, a un partido
político y no en la medida de la popularidad de un gobernante o su estilo.

La gran duda que se presentaría en Colombia es si el parlamentarismo generará la disciplina partidaria suficiente; o si por el contrario, se necesita primero que los partidos funciones para que el experimento parlamentarista tenga algún tipo de éxito.

Pero esto apenas lo están discutiendo columnistas como el ex presidente López. No hay, a la fecha, un proyecto serio de reforma constitucional sobre el tema.

Así que más bien nos preocupemos de si vamos o no a reelegir a Uribe.

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