Yo no soy uribista, ni antiuribista, la verdad soy muy poco anti-cualquiercosa, salvo que sea anti-anticualquiercosa. En ocasiones me he definido como un “agnóstico polÃtico” porque no creo que haya una verdad absoluta en la polÃtica. Creo que algunos planteamientos de Uribe son convenientes y otros inconvenientes, pero igual creerÃa lo mismo de cualquier otro presidente que haya estado o pudiera haber estado en la Casa de Nariño.
La primera vez que voté en unas elecciones presidenciales fue en 1994. Voté por Humberto de La Calle como candidato por el Partido Liberal, y luego por el candidato presidencial Ernesto Samper, tanto en primera como en segunda vuelta. Cuando estalló el escándalo del Proceso 8000, en el fondo defendÃa a mi presidente, supongo que en gran medida por no sentir que equivoqué mi voto. En esa época, sin embargo, habÃa cosas del gobierno de Samper que me gustaron y otras que me disgustaron. Yo fui samperista pero aún asà crÃtico frente a las actuaciones de Ernesto Samper que me parecÃan inconvenientes, comenzando por la forma como buscaba mantenerse en el poder cediendo ante cualquier tipo de presión. Mi samperismo terminó, sin embargo, el 6 de julio de 1996. Esa noche fue el debate final y votación en la Cámara de Representantes sobre si se procesaba o no a Ernesto Samper por su vinculación con el Proceso 8000. La forma como se llevó a cabo el debate y las decisiones tomadas me mostraron a una clase polÃtica comprada y a favor del oficialismo. Para destacar: la conducción del debate por parte del presidente de la cámara Rodrigo Rivera, a la final uno de los pocos liberales que votó en contra del presidente.
¿Es posible ser seguidor de un lÃder y sin embargo ser crÃtico con el mismo y con quienes le rodean? Desde luego que sÃ. De haber podido votar en 1990 es posible que hubiera votado por César Gaviria y, en términos generales, durante su mandato fui gavirista, sin que eso me impidiera ver las contradicciones con las que se manejó el paÃs. Recuerdo dos episodios en particular: cuando el Partido Conservador criticaba algo del presidente liberal, Gaviria les recordó que el conservatismo estaba usufructuando del poder y como tal no tenÃan derecho a tales crÃticas. Lo primero que pensé es: ¿y es que acaso el presidente cree que el poder es para usufructuar?
El siguiente episodio fue a raÃz del abatimiento de Pablo Escobar Gaviria. Mal podrÃa yo considerarme seguidor de Escobar, pero las declaraciones presidenciales en las cuales se veÃa la muerte del capo como un gran logro me dejó un sabor agridulce. Tal vez el paÃs serÃa mejor sin Escobar, pero no por ello su muerte deberÃa ser razón de júbilo por parte de nuestro Jefe de Estado. No puedo dejar de pensar en la repetición de esa escena este primero de marzo.
Fui gavirista, pero aún asà creo que tuve el criterio de ver cosas en César Gaviria que no me gustaron, tal como poner el servicio diplomático de Colombia para un proceso personal. Fui samperista, al menos entre el 7 de agosto de 1994 y el 6 de julio de 1996, pero aun asà pude darme el lujo de ver las inconsistencias de la administración Samper antes de mi desencanto. Nunca fui Pastranista, ni en 1988 (cuando no podÃa votar pero todos mis compañeros del colegio lo favorecÃan), ni en 1998 a pesar de haber votado en segunda vuelta por Andy Rabbit. A nivel local he sido Mockusista y Peñalosista y me he he atrevido a no tragar entero sus administraciones. Definitivamente creo, por experiencia personal, que ser seguidor de un lÃder o de una tendencia polÃtica no nos hace necesariamente acrÃticos.
No digo que, necesariamente, mi criterio haya sido siempre acertado, no sólo cuando elegà a quien no debà elegir, sino también al apoyar o criticar a mis lÃderes favoritos o no. Pero creo firmemente que aunque nuestro criterio pueda fallar no debemos renunciar a nuestra capacidad de ser crÃticos.
Aunque no soy uribista, creo que el uribismo es una opción polÃtica (bajo el concepto de opciones polÃticas personalistas) tan válida como cualquier otra. Pero me asusto al comprobar como cada vez más y más el uribismo pierde autocrÃtica. Uribe mismo es una persona muy compleja y llena de contradicciones, pero el uribismo sale a aplaudir como borregos cualquier posición del presidente asà esta contradiga la posición anterior.
Sólo puedo recordar una caricatura de Quino donde decÃa, palabras más o palabras menos «Cuando un gobernante se ama a sà mismo más que a su pueblo es una desgracia, pero cuando un pueblo ama a su gobernante más que a sà mismo es peligroso». A mi no me da miedo Ãlvaro Uribe Vélez ni me da miedo el uribismo. Lo que si me causa pavor es tanto uribismo acrÃtico.
Una respuesta a “Ser uribista o ser uribista acrÃtico”
[…] virtud es no oir consejos. Pero si hay algo que me asusta más que un presidente asÃ, es el seguimiento ciego al caudillo. Es tal el punto de ese seguimiento ciego que personas que han sido ideológicamente afines con […]