Aguas tibias y el derecho a opinar sobre lo inopinable


Muchas veces es importante citar a otros, simplemente por respeto a sus ideas o sus planteamientos, pero siempre se corre el riesgo de ofender si alguien se siente mal citado.

No nos tomemos tan en serio
No nos tomemos tan en serio

A raíz del BarCamp Bogotá 2, y de la charla que quise dar sobre política en medios sociales quedé debiendo un resumen del mismo que publiqué en mi blog. Esto coincidió con un artículo de mi ciberamigo y escritor Julián Ortega Martínez (@julianortegam) en Global Voices donde recopila comentarios en Blogs y en Twitter sobre la participación de dos políticos colombianos presidenciables en Twitter, y finalmente coincidió con las inquietudes de otro entusiasta de los nuevos medios y bloguero, Diego Leal (@qadmon) sobre el papel de los medios sociales en la política.

No son las únicas coincidencias, ni tan coincidentes. En Colombia ya estamos en campaña por congreso y presidencia de 2010. En 2008 sucedió el hecho de una marcha multitudinaria cuya semilla comenzó en la plataforma de red social Facebook, formando un hito. Estos nuevos medios tuvieron un papel importante, aunque discutiblemente decisivo, en la campaña presidencial de los EE.UU. en 2008. Estos tres artículos: de Diego, de Julián y el mío, no son ni los primeros ni serán los últimos sobre el tema, ni mucho menos serán el referente, de lo que se viene.

Pero tema político aparte, viene la razón de este post: ¿qué tan dispuestos estamos para escuchar al otro sin prevenciones?

En el artículo de Diego, con el que estoy mayormente de acuerdo, veo dos problemas grandes: 1) tomar (o no dejar claro) que el artículo de Julián no refleja la opinión del autor, sino que recopila las opiniones de otros tuiteros. 2) un excesivo sarcasmo sobre la forma de “contaminar “de la twittósfera colombiana.

El primer problema causó una justificada (aunque en mi opinión exagerada) reacción de Julián. Justificada porque su labor, como editor de Global Voices Online, no es opinar sino recopilar opiniones, y por lo tanto no debería insinuarse que es su opinión. Creo que es importante que Julián defendiera, como lo hizo, esta posición.

Esto no significa, sin embargo, que lo que escribió Julián no fuesen opiniones. No fueron opiniones personales de él, pero sí es una compilación de opiniones de otros. Opiniones que en conjunto parecen formar una gavilla que dicta la forma en que se debe participar en Twitter. Y aunque Julián no plantea elementos para iniciar un debate, las voces que compila (y la mía misma en mi blog) sí son un llamado al debate político.

Pero es el segundo problema, el que ha causado mayor alineación. Y no es la primera vez. Cuando el gurú del blogueo colombiano Rafael Bayona (@Patton) escribió en su blog personal sobre Twitter, lo que para mí fueron consejos interesantes a adoptar o no, para muchos fueron una afrenta personal porque alguien les decía cómo escribir. Su mayor contribución, acuñar el término “contaminar” para describirnos.

Cada uno de nosotros decide cómo exponerse a la red, qué tanto de su vida personal dejarán saber. Muchos cuidan su identidad digital con esmero de protejer su presencia física y la de sus familias, mientras otros son libros abiertos que, bien por ellos, pero también exponen a los demás. Yo, por ejemplo, trato de mantener los asuntos de mis hijos dentro del círculo más privado de mi muy pública presencia en red, pero mi hermana es feliz publicando fotos de sus sobrinos. (Y no me molesta)

Muchas personas en Twitter son felices desahogándose de lo que no pueden compartir con el círculo más cercano de conocidos por sus posibles consecuencias: hablar de sus problemas en el trabajo, en su familia, con su pareja, etc. y poco a poco esto establece relaciones de confianza donde compartimos nuestras penurias o las alegrías por nuestras mascotas. Tal vez Twitter, en este aspecto, se convierte en una reunión de alcohólicos anónimos donde podemos desahogarnos casi que en directo.

Pero al mismo tiempo Twitter es una herramienta de promoción y una herramienta de diálogo. Twitter es un medio que puede usarse de formas muy diversas. Yo sigo, por ejemplo a @WordPress y no me importa que no me siga, porque por ahora no me interesa insistir en dialogar con ellos, pero sí me interesa enterarme de lo que tienen que decir. Otras personas insisten en seguir sólo a quienes les sigan, es parte de la libertad que cada quién tiene de usar Twitter o cualquier otra herramienta.

Así que yo me arrogo el derecho de opinar sobre política y los políticos y de burlarme de los políticos que no cumplen mis expectativas. Y me arrogo el derecho de criticar o burlarme de, o símplmente opinar sobre, mis compañeros twitteros. (Tan arrogante yo, ¿no?)

Por el momento sólo estoy cansado de que si alguien opina de lo curioso de otras opiniones, quieran descalificarlo por él mismo opinar.

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132 respuestas a “Aguas tibias y el derecho a opinar sobre lo inopinable”

  1. Muy de acuerdo con lo que dices.

    Yo soy un libro abierto. Tambien soy de los que no sigue a los que no me sigue. Y así.
    Estoy ahí, usando la herramienta, divirtiendome, opinando.

    Hasta cuando? Hasta que sea necesario. Hasta que la herramienta o los usuarios no demos más.

  2. Excelente artículo, hace poco leí un post relacionado con este tema en un portal colombiano sobre las elecciones 2010 en Colombia, está página también trata todo sobre candidatos, encuestas y todo lo relacionado con las elecciones de 2010.

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