Por el motivo incorrecto


Uno de los descubrimientos personales recientes es un don que carezco: no soy capaz de pensar en forma práctica: planear, prevenir, estar pendiente de las cuentas por pagar y por cobrar.  Haciendo un trabajo termino concentrado en detalles de forma, perfeccionando un pixel que no es el que al cliente le interesa, y por más que intento enfocarme mi foco no es aquel que los demás esperan.

[]Así que termino patinando.  Sin lograr avanzar en mis objetivos y mucho menos en los objetivos de quien me requiere, sea este mi familia o mi contratante.

Y es frustrante.  Terminan haciéndome sentir, termino sintiéndome, un estorbo; un lastre.  Sentir que es más lo que empeoro la situación que lo que sirvo para resolverla.  Es entonces cuando me deprimo.   No sé que tan clínicamente correcto sea aquí hablar de depresión, pero sí es una sensación de baja de ánimo, de perder mi mirada en divagaciones que no son pensamientos coherentes (y mucho menos útiles o prácticos).  Llego a sentir que lo mejor es que yo no existiera, que dejara de existir.  No ser más un lastre.  No generar más expectativas en los demás que los lleve a una nueva desilución conmigo.

Para que aprendan.

Pero no pasará.  Más allá de mi actitud temeraria no estoy pensando en culminar el fin de mi existencia.  Además porque sería por el motivo incorrecto, porque nadie sacará una lección de mi muerte y no solucionaré el problema de nadie.

Y no estaré ahí para saber si el sacrificio funcionó o no.


5 respuestas a “Por el motivo incorrecto”

  1. Si, a veces el problema no es asumir. Pero si existen muchas metodologías prácticas para transformar estrategicamente los hábitos, lo malo es que caen debajo de un umbral que llamamos “autoayuda”.

    Le recomiendo primero encontrar sus fortalezas en strenghtsfinder.com o usando el eneagrama (la versión no esotérica) y leer psicocibernética, entre otras cosas.

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