De bandas, mafias e insurgencias


Anoche en Hora 20 se daba una discusión sobre la naturaleza de las ahora llamadas bacrim (por bandas criminales), término acuñado por el gobierno anterior para distinguir estas nuevas modalidades de violencia de los hasta entonces llamados paramilitares o autodefensas.  Según María Jimena Duzan, las bacrim no son más que paramilitares, mientras que otros panelistas buscaban otras formas de denominarlos, sin faltar la comparación con los maras.

Difiero en cierta forma de la apreciación de Duzan, no tanto en el fondo sino más bien en la forma.  Yo creo que las Autodefensa Unidas de Colombia (AUC), sus grupos previos y adjuntos no eran más que bandas criminales con una pretención de discurso político, y que técnicamente no eran paramilitares.

La mayor parte de los grupos de delincuencia organizada poseen ciertos elementos en común.

  1. Poseen una base social con la que pretenden algún tipo de identificación y de la que muchas veces esta identificación es real.  Esta base social es también base del reclutamiento.
  2. Se convierten en el estado de facto dentro de esta clase social, permeando también al estado de jure por intimidación, compra o infiltración de los agentes estatales formales.
  3. Usan la violencia letal como una forma de preservar el poder tanto al interior como frente a grupos rivales de delincuencia organizada y frente a la autoridad formal.
  4. Se financian por medio de actividades ilegales como la extorsión, el contrabando, el hurto, la creación de monopolios y contratos fraudulentos con el estado.


Dentro de estos elementos, si bien habrá grupos de delincuencia organizada que no pretenden justificarse, casi siempre estos grupos buscan algún tipo de justificación.  No se autoconsideran criminales sino como una estructura de poder necesaria dentro de las circumstancias de su comunidad.

Cuando hablamos de crimen organizado, Holiwood nos lleva a pensar en la mafia siciliana en los EE.UU.  En la Sicilia rural la mafia era una forma de vida, un estado de facto, basado en leyes de lealtad que funcionaban ante la ausencia de un estado formal impuesto desde Palermo o desde Roma.  La fuerza letal era una forma de justicia interna y una forma de definir las diferencias entre los distintos señores mafiosos.  Cuando los sicilianos inmigraron a los EE.UU. mantuvieron esos esquemas sociales mafiosos, pero lo extendieron a casi toda la comunidad inmigrante italiana.  La seguridad otorgada a la población base derivó en extorsión y frente a las políticas puritanas en EE.UU. que prohibían el juego, la prostitución y el alcohol, pronto estas mafias econtraron que estos negocios ilegales eran muy lucrativos.  Ahí están los cuatro elementos del crimen organizado, en este caso autojustificado en tradiciones ancestrales sicilianas.

Un ejemplo de justificación son los grupos guerrilleros autodenominados marxista-leninistas como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc-EP).  Ellos tienen un discurso de revolución popular comunista, se autodenominan defensores del pueblo colombiano y justifican estar en armas como su imperioso deber de combatir las estructuras burguesas del poder en Colombia.  Poseen los cuatro elementos de las delincuencias comunes: una base social (el pueblo colombiano entendiéndose como los pobres sometidos a las clases burguesas, bien sea que estos existan realmente o se los inventen), funciones de estado paralelo, violencia letal al interior, frente a otras guerrillas y bandas criminales y frente al estado, y financiación con actividades ilícitas.

No me interesa indagar cuánto de su discurso es auténtico ni cuanto una mera pretención de justificación.  Las Farc, el ELN y otras guerrillas son una modalidad de delincuencia organizada.  Si eliminásemos el punto de financiación con actividades ilícitas podríamos presentar un caso de que los grupos insurgentes sean algo diferente, pero no es lo que sucede: son delincuencia.  Delincuencia con discurso político, pero delincuencia al fin y al cabo.  Sus defensores dirán que esa financiación por actividades ilícitas es necesaria, o no es muy disímil a la forma como los estados formales se financian, pero no hablaré de justificaciones sino de hechos.

Los así llamados paramilitares o autodefensas (integrados o no a las AUC) también fueron delincuencia organizada, con todos sus cuatro puntos.

No me gusta el término ‘paramilitares’ para referirnos a ese fenómeno (y mucho menos el prefijo ‘para-’), porque esto es una distorsión del concepto de paramilitar.  El prefijo ‘para-’ viene del griego παρά-, pará y significa ‘al margen de’ o ‘junto a’. De ahí se deriva ‘paralelo’ y se aplica a términos como ‘paranormal’, ‘paraestatal’, etc.  En el sentido etimológico del término ‘paramilitar’ es cualquier cosa al margen de lo militar o junto a lo militar, y se refiere a cualquier tipo de organización que posea estructuras similares a los militares pero que no son militares.  Esto incluye desde los Boy Scouts y las defensas civiles hasta los cuerpos de bomberos, las policías, las insurgencias, etc.

El uso más usual del término ‘paramilitar’ por fuera de Colombia se refiere a grupos armados organizados por un estado y que se mantienen por fuera de las fuerzas militares de la nación o de los departamentos de policía.  Estos grupos suelen responder directamente al gobierno de turno por lo que también se les denomina ‘policía política’.  Ejemplos son las Schutzstaffel (SS) del Tercer Reich o los Comités de Defensa de la Revolución en Cuba.  Muchos de estos grupos son legales dentro de sus respectivos estados, amparados por decretos, leyes y constituciones.

En Colombia, la presencia de las guerrillas comunistas empezó a crear grupos de reacción o autodefensa ante las mismas.  Algunos de los grupos que se organizaron tenían un origen completamente ilegal como el grupo Muerte A Secuestradores (MAS), creado por el Cartel de Medellín como respuesta a los secuestros perpetrados por el M-19 contra sus familiares.  Otros grupos como las convivir fueron amparados por leyes que pretendían organizar y dar un marco legal a la cooperación civil en la lucha contrainsurgente.  Por mucho tiempo las fuerzas militares constitucionales de Colombia toleraron, o incluso colaboraron, con estos grupos contrainsurgentes, pues dentro de una lógica de guerra, cualquier colaboración frente a un enemigo común está justificada.

[Por lógica de guerra me refiero a que las Fuerzas Militares constitucionales cambiaron el foco de proteger a la población colombia a combatir a cierta amenaza a la población.]

Por esta tolerancia y colaboración (o tal vez simplemente de oficio), los defensores del discurso guerrillero comenzaron a catalogar a todos estos grupos contrainsurgentes, legales o ilegales, como ‘paramilitares’ y ese es el término que terminó acuñado frente a los medios y la población en general para referirse a todos esos grupos, grupúsculos, bandas, etc. sin importar si estaban al servicio de los terratenientes, los comerciantes o los narcotraficantes.

Pronto estos ‘paramilitares’ empezaron a adquirir en mayor o menor escala los elementos de la delincuencia organizada: base social, paraestatalidad, violencia letal y financiación ilegal.  Algunos porque lo eran de orignen: ejércitos privados al servicio del narcotráfico.  Otros por evolución.  Parten de una base social: la gente de bien en alguna región, entendiéndose a los propietarios de tierras, los comerciantes legales, etc.  Recurren a la violencia letal como una reacción a la violencia letal de los grupos insurgentes.  Pasan a la financiación ilegal cuando los aportes de la gente de bien involucrada dejan de ser suficientes y, dentro de esta lógica de ilegalidad y violencia letal, terminan convertidos en paraestados (estados paralelos) y buscan reemplazar o cooptar al estado formal.

En los años 1990, Carlos Castaño, con la muy probable colaboración de personalidades de bien de Colombia, emprende el proyecto de organizar a todos los grupos de autodefensas y reunirlos bajo la pretensión de un mando único con fuerza de negociación frente al estado: las AUC.  las AUC incluyeron a grupos de convivir ilegalizados, ejércitos privados de narcotraficantes y otras bandas de crimen organizado que supuestamente compartían la lucha contrainsurgente.  Escudados en la ausencia del estado, empezaron a formarse como un paraestado en sus zonas de influencia y a ampliar su proyecto en zonas donde las autodefensas no habían surgido espontáneamente.  Salvatore Mancuso quiso ir más allá en su proyecto de paraestatalidad: tomarse al estado formal desde adentro; por lo menos en el grado suficiente para garantizar una interlocución con el estado que permitiera legalizar eventualmente el proyecto.

En su afán de crecer las AUC (que nunca fueron más que una federación de bandas de crímen organizado) y ante la eventual negociación con el estado presidido por Álvaro Uribe Vélez, muchos grupos de narcotraficantes con sus ejércitos privados se unieron a esa federación.  Finalmente se presentó la negociación, se intentaron legalizar algunas de las actividades criminales, y la organización AUC dejó de existir.

Pero no todas las autodefensas se federaron a las AUC ni todos los federados se sometieron al estado formal.  Los negocios vinculados al narcotráfico, entre los muchos otros métodos ilegales de financiación, continuaron y hoy en día hay muchos grupos que guardan afinidad en métodos con las AUC, varios de ellos que continúan con un discurso contrainsurgente, pero todos no son más que bandas de crimen organizado, como fueron bandas de crimen organizado los afiliados a las AUC antes y durante la vigencia de esta federación.

Las ahora denominadas bacrim son eso: crimen organizado. No se diferencia de los ‘paramilitares’ no porque las bacrim sean paramilitares sino porque los ‘paramilitares’ también eran bandas de crimen organizado.  La diferencia está en la intensidad del discurso contrainsurgente.  Hablar de las bacrim como herederos del ‘paramilitarismo’ tiene cierto sentido, pero hablar de que las bacrim son paramilitares es una imprecisión mayor a decir que las AUC (o sus grupos conformantes) eran paramilitares.

Por otro lado considero que es un error craso decir que los maras son los herederos de las guerrillas centroamericanas.

Podemos ver a las pandillas como una forma de crimen organizado.  Tienen una base social: poblaciones urbanas marginadas con una fuerte base de reclutamiento entre jóvenes que no tienen mayores oportunidades.  Hasta ahí van las similitudes con las pandillas de West Side Story.  Las pandillas son grupos ilegales que recurren a la violencia letal, tanto al interior de la pandilla como frente a otras pandillas, y a la financiación con actividades ilegales entre las que se incluye la extorsión y el menudeo de drogas ilegales, y en ese proceso se convierten en paraestados.  Estas pandillas han estado surgiendo en varias ciudades.  La película Pandillas de Nueva York nos recuerda que no es un fenómeno reciente.  En los años 1980, varias pandillas urbanas negras en los EE.UU. empesaron a reunirse en dos franquicias principales: los Blood y los Creeps.  Como reacción surgen franquicias como los Latin Kings de origen mexicano.  Muchos grupos de supremacía aria se forman como pandillas con franquicias nacionales en los EE.UU.

En este ambiente, una importante población de origen centroamericano, principalmente salvadoreño, desplazados por la guerra de los años 1980, terminan viviendo en las barriadas de Los Ángeles Este aprendiendo a convivir entre Latin Kings, Bloods y Creeps y frente a ellos forman su propia pandilla: la Mara Salvatrucha número 13 (MS13).  Terminada la guerra en El Salvador, el gobierno de los EE.UU. empieza a deportar masivamente a los pandilleros salvadoreños presos, quienes llegan a un país devastado por la guerra civil y que no ofrecía oportunidades legales, pero sí una oportunidad ilegal: cientos de desmovilizados de las guerrillas y los paramilitares, armados con armas automáticas, que pronto se unirían a los pandilleros.  Pandilleros que conocían los negocios ilegales en EE.UU. y tenían experiencia en manejar franquicias de pandillas extendidas por varias ciudades.

No veo a Colombia con su propia versión de maras.  En Colombia hay pandillas.  Muchas de esas pandillas fueron cooptadas por el narcotráfico o por las guerrillas (milicias urbanas), varias se unieron a las AUC (p. ej. Bloque Metro) y varias se han alimentado de los ex guerrilleros y ex paramilitares desmovilizados.  Pero esas pandillas no las importamos de los EE.UU.  Estas pandillas de crímen organizado se unen a las bandas rurales ahora conocidas como bacrim y se unen a la insurgencia (Farc) y se unen a los carteles de narcotraficantes privados, en un fenómeno complejo y muy propio de Colombia.

Lo que vemos en Colombia son bandas rurales y urbanas que fueron forjados en la guerra insurgente y contrainsurgente y en las guerras urbanas de pandillas y con el nivel de recursos que dejaron las mafias narcotraficantes que importaban materia prima de Bolivia y Perú y la entregaban en las calles de los EE.UU.  Son mafias que se dedican al narcotráfico, a la extorsión, al contrabando, al cooptar el estado regional y obterner fraudulentos negocios en la salud, los transportes, los juegos de azar, etc.  Grupos atomizados (todavía) pero fuertemente armados.  Y varios de ellos con un apoyo internacional  de soñadores despistados que creen aún que las insurgencias en Colombia son una lucha legítima de un pueblo en contra de un estado opresor.


3 respuestas a “De bandas, mafias e insurgencias”

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