Con patente de corso


¿Qué motivación necesita un creador para crear? ¿Qué motiva a un investigador a hacer ciencia?  ¿De dónde surge que alguien quiera desarrollar un nuevo invento?

Por mucho tiempo la humanidad creó sin que existieran patentes o derechos de autor asimilables a derecho a la propiedad.  En el último siglo, sin embargo, la tasa de creación se incrementó considerablemente.  También, durante este tiempo, las patentes y los derechos de autor y de copia fueron más importantes.  Esta correlación bien podría explicar como que lo segundo haya contribuido a lo primero, que las legislación sobre la así llamada propiedad intelectual hayan impulsado la creación.

Esta lectura de la situación puede no ser completamente cierta.  Hoy creamos más no porque las creaciones intelectuales estén mejor protegidas sino porque existen los medios técnicos que facilitan seguir creando.

Un investigador ha tenido en las últimas décadas más información, más literatura, más teorías científicas que nunca antes.  Un inventor tiene más ideas.  Un intérprete tiene mejor tecnología que le permite crear y darse a conocer.  En muchos aspectos la legislación sobre propiedad intelectual tiene más bien una intención de frenar esta facilidad de construir sobre lo construido.

Una patente, por ejemplo, puede ser un incentivo para un investigador porque podrá lucrarse de lo descubra.  Esta es particularmente útil porque permite que empresas inviertan en investigación porque podrán asegurar un monopolio con los resultados útiles de la investigación.  Pero las patentes también privatizan el conocimiento y, repito, forman monopolios.  Un investigador afín no puede construir sobre el conocimiento reservado en espera de patentes y deberá pagar luego un canon por el uso del conocimiento patentado.

Las regalías son un incentivo para que los autores se dediquen a crear.  Sin duda muchos autores e intérpretes basan sus carreras artísticas en recibir regalías y vender libros y discos.  ¿Es esta la motivación de cada autor?

La historia está llena de profesiones que surgieron en un momento dado debido a una tecnología o una filosofía y desaparecieron después.  Un ejemplo relativamente reciente es el ingeniero de vuelo en un avión.  Cuando los aviones jet empezaron a tomarse el transporte intercontinental y transcontinental de personas, era necesario un tripulante que se encargara de que la máquina funcionara correctamente. Un profesional que le indicara al capitán cómo funcionaba el avión para que este lo pudiera pilotear correctamente y llevar a los pasajeros seguros a sus destinos.  La tecnología había creado así una nueva profesión: el ingeniero de vuelo.

Pero los aviones se volvieron más sofisticados y la computación llegó a las cabinas.  Hoy en día un computador puede vigilar la máquina y darle al piloto información más precisa y oportuna de lo que un ingeniero de vuelo podría darle.  La tecnología mató entonces a esa profesión.  Hoy en día no existen ingenieros de vuelo.  O, bueno, existen aun unos pocos, muy pocos, volando ciertos aviones militares complejos.

La industria editorial se creó tras una serie de invenciones tecnológicas.  Y la industria editorial, junto con las profesiones que había creado, bien puede desaparecer frente a las nuevas tecnologías.

Así como no tiene sentido detener la tecnología para conservar el empleo de los ingenieros de vuelo, no tiene sentido detener el avance tecnológico para conservar ciertos empleos.  Autores de best sellers, estrellas de rock, productores musicales, editores y muchas otras profesiones derivadas de la industria del entretenimiento están amenazadas por los principios propios del Internet y de las tecnologías que se han venido desarrollando alrededor de la red.

La misma red y sus nuevas aplicaciones han venido creando, por otro lado, nuevas profesiones.

El mundo avanza, y cada vez avanza más rápido.  La revolución industrial hizo posible la industria del entretenimiento como la conocemos hoy en día, y la revolución informática la está cambiando, quitándole el poder a los productores y editores que monopolizaban la distribución del contenido empoderando más al creador independiente pero, sobre todo, al usuario final.

Podemos seguir legislando para proteger ciertos paradigmas y proteger ciertos modelos de producción.  Es una opción política.  Pero nosotros proponemos una nueva opción política.  Nuestra opción política consiste en empoderar al usuario.

En el siglo XVIII y venideros los liberales defendieron la idea de que los individuos podían desarrollarse por fuera de la tutela del rey y de la iglesia.  En el siglo XIX los conservadores se opusieron a ciertos modelos deshumanizantes de libertinaje.  En el siglo XX socialistas y comunistas defendieron al trabajador frente a modelos industriales creados por el liberalismo económico y a finales del siglo los partidos verdes se opusieron a que la tecnología y los negocios acabaran ciegamente con el mundo.  Los cambios en los modelos de producción han creado nuevos retos políticos.

Y hoy hay un nuevo cambio en la forma de producir, en la forma de interactuar, en la forma de desarrollarnos como personas y como sociedad.  Y el Partido Pirata es una visión frente a esas nuevas formas, frente a estos nuevos retos.

Una visión donde la tecnología nos sirve para vigilar a nuestros gobernantes.  Una visión donde la tecnología nos permite escoger lo que consumimos en términos de cultura y entretenimiento.  Una visión donde las ideas fluyen y empoderamos al usuario a que seleccione lo que le sirva o lo que desee.  Una visión donde el usuario no tenga miedo de asumir su poder.  Una visión donde esa tecnología debe fluir y hacerse universal.

Esta es la visión del Partido Pirata.


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