Moviéndonos en la ciudad


Un adulto sano, medianamente joven, tiene entre sus posibilidades de transporte por la ciudad un sinnúmero de alternativas.  Puede caminar, montar en bicicleta o salir en monopatín o patines.  Puede usar transporte público colectivo (buses), masivo (metro o tránsito rápido de buses) o individual (taxi).  Puede usar su propio vehículo motorizado bien sea este una moto, un automóvil, una camioneta o un camión.

[Bike v/s Car: fat & money] Un adulto sano, medianamente joven, decidirá en cada viaje de acuerdo a sus disponibilidades específicas, la economía y  la comodidad percibida que cada una de estas represente.  No todos tienen bicicleta, no todos tienen automóvil, no todas las ciudades cuentan con transporte público masivo.  El automóvil propio suele ser la opción más cómoda pero si sumamos el stress de conducir en un trancón y la disponibilidad de parqueaderos en el destino, en ocasiones puede ser preferible el transporte público o la bicicleta.

Si quiero ir al colegio (escuela) de mi hijo tengo que conducir (según Google Maps) 14,4 km y si es para hacer una vuelta entre semana tengo parqueadero gratis al llegar (si le meto plata eso debe consumirme unos 0,3 galones que valen $ 2.600).  Esa distancia fácilmente da para que un taxi me cueste más de $ 12.000 .  Puedo también caminar un kilómetro a la estación de Transmilenio (sistema de tránsito rápido de buses de Bogotá), tomar una ruta alimentadora al llegar al portal y caminar 600 m en vías sin andén ($ 1.750) asumiendo que el bus alimentador funcione a esa hora, de lo contrario tendré que caminar 2 km en vías sin andén o pagar una carrera de taxi  de unos $ 4.500 .  La relación comodidad-precio-tiempo sin duda favorecen utilizar el transporte particular en este caso específico.  (El transporte público colectivo es ligeramente más económico, pero si se suman los tiempos de caminar y de esperar los buses y las condiciones de la caminata la ventaja se diluye.)  No he hecho el experimento en bicicleta.

Nota.  El viaje diario de mi hijo al colegio se hace usando un bus de la flota de buses que el colegio ofrece a sus alumnos.  Este servicio cuesta unos $ 6.500 por trayecto ($ 12.000 al día).  Teniendo en cuenta que yo tendría que hacer cuatro trayectos diarios significaría que tendría que invertir más de dos horas de mi tiempo y más de $ 10.000 diarios en gasolina si los llevara y trajera en automóvil, lo que además es un ejercicio ecológicamente más irresponsable.

[Transmilenio] De mi casa al trabajo de mi esposa son 9,8 km (en un sentido diametralmente opuesto al colegio del niño).  Si ella usara el carro para un día usual de trabajo éste tendría que gastar cerca de 9 horas de parqueadero, tiempo durante el cual el automóvil no servirá para otras funciones en la casa.  Si se suma que sus desplazamientos se harían en las horas pico de conmutación esto significa que hay que agregar el stress del trancón.  Un bus colectivo normal le cuesta $ 1.450 por trayecto, pero usa vías más congestionadas y el tiempo que tarda supera a la opción que mi esposa prefiere: caminar un kilómetro a Transmilenio, pagar el pasaje de $ 1.750 y caminar 700 m en subida para llegar a su lugar de trabajo.  (En total casi kilómetro y medio más de caminada que el bus colectivo.)  Su relación comodidad-precio-tiempo la hace preferir el transporte público masivo sobre otras opciones.  La comodidad del automóvil se diluye por los precios de parqueo y el stress de conducir y para ella la bicicleta no parecería una opción.  El taxi, a pesar de los costos, le parece una alternativa razonable (y más económica que los precios de parqueadero) cuando tiene premuras de tiempo o tiene que cargar algún paquete grande.

Cuando trabajé para la Regional Bogotá Sur de la Universidad Minuto de Dios, a 20 km de mi casa, descubrí que la relación comodidad-precio-tiempo favorecía en mi caso al automóvil sobre Transmilenio, sobre todo teniendo en cuenta las horas de desplazamiento (plena hora pico de ida [20 minutos de ahorro] y una hora bastante solitaria de regreso [de casi una hora a un viaje de menos de 15 minutos]), pero para muchas de las vueltas que tengo que hacer cerca de mi casa prefiero la bicicleta o caminar o combinar transporte público colectivo con algo de caminata.  Tengo dos problemas principales para usar la bicicleta: el primero es que no tengo equipo adecuado sobre todo para usar la bicicleta por la noche (lo cual sería algo que estaría en mis manos solucionar) y la otra es que a muchos de los lugares donde voy en bicicleta no tienen facilidades para dejar este vehículo guardado o amarrado.  (O a los porteros no se les da la gana permitir que un visitante ocasional use los lugares designados.)

Pero hablo aquí de los desplazamientos individuales.  Salvo la conmutación diaria entre la casa y el trabajo de mi esposa, el carpooling (compartir el automóvil) no representa una alternativa real.

[Bicicleta para movilidad reducida]
[Ahora es cuestión de encontrar dónde parquear esto]
Pero en mi casa hay otras necesidades.  Mi suegra, una señora con movilidad reducida, necesita desplazarse de cuando en cuando para asistir a citas médicas o cobrar su pensión.  Ni Transmilenio (con sus caminatas a las estaciones y dentro de las estaciones ni su congestión de gente), ni el transporte público colectivo (completamente mal diseñado para personas con cierta discapacidad) son buenas alternativas para ella.  Eso hace que la mejor alternativa para ella, independientemente de los costos, sea el automóvil bien particular o bien taxi.

Hacer un mercado grande en la casa implicaría, si no se usa automóvil particular, alquilar un transporte (taxi o servicio de envíos) para llevar los paquetes a la casa, y si se hace mercado y compras en más de un sitio este alquiler de transporte se complica y encarece.

[Interior de un bus colectivo]Pasear, ir a una cita médica, a una actividad recreativa o a cualquier otro desplazamiento con mi hijo que no esté cubierto por su transporte escolar tiene sus complicaciones, bien en el uso del automóvil particular o bien usando cualquier tipo de transporte público.  Si sumamos dos hijos, ambos menores de 10 años (pero ambos ya en edades de “todo niño paga”) y más en caso de un desplazamiento de toda la familia, suegra incluída, el automóvil particular se convierte en prácticamente una obligación.

Desde luego que hay familias más grandes que la mía y con los mismos problemas que no tienen la opción de usar un automóvil particular. ¿Cómo hacen ellos?

Por otro lado hay familias que derivan su sustento de explotar un vehículo automotor en formas que no están tan reguladas como un taxi o un camión con placas de servicio público.  Automóviles particulares utilizados para recoger y repartir por la ciudad pequeños paquetes, visitadores, etc.

Las medidas que tome la administración distrital para restringir, desestimular o simplemente prohibir el uso de mi automóvil particular me afectan en mi libertad de movilidad y más cuando incluyo a la familia además de mi interés individual.  Pero, sin duda, encontraré formas de adaptarme.  [Aviso para minusválido] No me sería difícil, por ejemplo, conseguir un aviso de transporte de discapacitados para cuando acompañe a mi suegra a alguna diligencia porque 1) ella aplica y 2) igual se pueden conseguir.  Pero la mayor parte de estas medidas que han sugerido las administraciones distritales desde Peñalosa generalmente significarían aumentar mis gastos de moverme y de mover a mi familia.

Yo celebraría el día que hubiere un transporte público colectivo que mi suegra pudiera usar.  Un transporte público colectivo que no fuera amenazante con mis hijos.  Un transporte público colectivo que pudieran usar mis hijos sin que yo tenga que acompañarlos.  Que hubiera ciclorrutas completas que pudiera usar un niño de 8 o 10 años.  Que hubiera andenes cómodos desde la parada del bus público hasta la entrada del colegio de mi hijo.

Cuando esto y muchas más cosas sucedan.  Cuando al analizar mi relación comodidad-precio-tiempo encuentre en el transporte público mayores beneficios (y no por encarecimiento del precio del uso del automóvil particular o su simple prohibición), sin duda me bajaré de mi automóvil particular y utilizaré más las alternativas que la ciudad me ofrece.

Desde la administración de Enrique Peñalosa, cada vez que nos asustamos por la magnitud del trancón de Bogotá la solución temporal es prohibir más y más el uso del automóvil.  A pesar de que parece estar improvisando celebro que el alcalde Gustavo Petro haya reducido la restricción vehicular y haya regresado al esquema de Pico y Placa (“pico” por restricción en horas pico) sin aumentar la restricción a los días sábado.  Desde mi punto de vista la restricción debería eliminarse completamente a cambio de políticas que ataquen directamente el problema en lugar de esconderlo bajo prohibiciones.

Si las administraciones no parten sus políticas de desestímulo al automóvil particular de preguntarse por qué los ciudadanos (que pueden) usan el automóvil, entonces los ciudadanos (que puedan) seguirán buscando maneras de seguir usando el automóvil.  Comprarán otro automóvil o no se desharán del viejo cuando renueven o adaptarán sus horarios para tener el carro parqueado durante 13 o 14 horas cerca a su trabajo sacrificando tiempo con sus familias.  En unos pocos casos algunos ciudadanos entenderán las ventajas de alternativas como la bicicleta o el transporte público para sus necesidades particulares, pero estos casos son unas pocas afortunadas excepciones.

Prohibir el automóvil porque sí, atenta contra las libertades ciudadanas y contra la libertad de empresa.  Afecta, a veces, a poblaciones más vulnerables como las que usan el automóvil para trabajar o parte de la población discapacitada.  Aumenta la corrupción y la cultura ciudadana del atajo.  Fomenta la pereza mental de nuestros administradores cuando consideran que toda solución está en prohibir para ocultar el problema y no en analizar las causas del mismo para acabarlo o disminuirlo.

Ahora, si en algo este artículo parece que critico a Peñalosa y aplaudo a Petro recordemos que el pico y placa original de Peñalosa era de 4 horas al día para el 40% de los automóviles particulares mientras que lo que nos ofrece Petro es de 7 horas al día para el 50% de los mismos.  (Lo cual simplemente es mejor que las 14 horas al día de Moreno.)  En 1998 era una medida novedosa que pretendía no cometer los errores que ya se habían probado en Ciudad de México (restricción en horas pico sobre restricción todo el día, 40% de los automóviles vs 50%) mientras que los consiguientes aumentos a la restricción, y particularmente la restricción de todo el día impuesta por Moreno, significaron, desde mi punto de vista, no más que la incapacidad de pensar en soluciones de fondo.

Pero es hora de pensar en soluciones de fondo.  En un transporte público que invite a ser usado.  En ciclorrutas que puedan ser usadas por los niños.  En rebajas de impuestos a las empresas que estimulen la bicicleta y el carpooling.  En un control efectivo para que automovilistas, transporte público y empresas de mensajería y repartición de mercancía o de construcción no obstruyan vías públicas parqueando en horas pico.


3 respuestas a “Moviéndonos en la ciudad”

  1. En esto de calcular costos hay muchos puntos que harían falta pero el ejercicio es suficientemente bueno para usar como ejemplo. Hay un tema de esos difíciles de valorar y se refiere a la comodidad y la tranquilidad del usuario. En general, el carro propio da más tranquilidad y comodidad que cualquier transporte público disponible hoy. Y en este punto entra un concepto de mercadeo: la disposición a pagar (willingness to pay). Los bogotanos que tenemos o tuvimos vehículo tenemos una disposición a pagar muy alta porque consideramos que por caro que nos salga el carro es mucho mejor que sus sucedáneos. Hay una brecha muy grande entre lo que estoy dispuesto a pagar por el transporte público (considerando cuánto valor me genera en mi calidad de vida) y lo que pagaría por usar el carro. El alcalde está lejos de disuadir a los propietarios actuales o potenciales de hacer esa inversión en comodidad.

    Por supuesto cada usuario tiene sus preferencias y sus propias necesidades en cuanto a transporte y muchos consideramos viable la opción de la bicicleta, caminar o alguna otra opción alternativa diferente a la automóvil y el transporte público. Pero a medida que los destinos se alejan y se aumentan las frecuencias de viajes necesarios, la opción del carro propio empieza a ganar por goleada a las demás.

    Uno de los muchos puntos en los que coincidimos es que, al parecer, las administraciones han sido poco creativas en buscar soluciones y solo se van por el camino fácil de aplicar restricciones y aumentar multas. Existen opciones baratas que mejorarían la movilidad y la que más repito en mis conversaciones es la aplicación de la ley. La segunda es la educación. Pero si los policías se dedican a cumplir una cuota de comparendos y carros inmovilizados que sus superiores les asignan, organizar el tráfico es secundario para ellos y les importa poco o nada. Además la policía no genera respeto, solo miedo. La educación funciona cuando el que escoge cumplir la ley ve que no está en desventaja contra el que no ya sea porque es mayor el número de los juiciosos que de los infractores, o porque los mecanismos disuasorios hacen que estos últimos lo piensen. Ahora mismo nada de eso sucede.

    En fin, mientras el servicio público no sea decente, confiable, seguro (y algunos adjetivos más) y la autoridad brille por su ausencia, las actuaciones encaminadas a desincentivar el uso del vehículo particular caen en terreno estéril. Eso además de hacer seguro usar los medios alternativos: caminar, bicicleta, patines…

  2. Adoro estar aqui. He ido ahí en muchas
    ocasiones y cada vez que voy me encanta otro detalle. Jamás me canso fotografiarlo todo.
    Es sin dudar, mi sitio favorito del mundo.

  3. 14 meses duró esta pestaña abierta en mi browser, lo que duré en dejar este comentario. Ya era hora.

    Estoy de acuerdo con usted. Como sabrá, soy un entusiasta promotor del uso de la bicicleta como medio de transporte, el cual uso hace 20 años a diario, pero soy consciente de que no es la mejor opción para todo el mundo. Tiene razón, el transporte particular seguirá siendo la primera opción de todos así le suban a la gasolina o impuestos mientras no haya otras alternativas viables o dignas. El transporte público ha mejorado mucho en los últimos años, pero aún están lejos de ser un mejor opción. Cierto, se necesitan soluciones a largo plazo y bien hechas, algo difícil de imaginar en la Bogotá de improvisaciones y corrupción de las últimas administraciones.

    Pero no tenemos de otra, sino esperar que así sea.

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