Vientos de paz


Vuelve y juega el cuento de la paz, de la salida negociada del conflicto o de la máxima de no negociación con el terrorismo. El presidente de la República acaba de anunciar que ha habido acercamientos previos con las Farc y que espera hacerlos con el Eln, mientras que el expresidente denuncia que hay acuerdos con el terrorismo.

Tomar una postura debe partir de unos principios, y la postura debe ser consecuencia de esos principios. Los principios no son absolutos ni universales y el que otra persona tenga principios diferentes a los míos no lo hace equivocado. En mi opinión, más importante que la veracidad de los principios es la coherencia ideológica entre estos y la postura tomada. Invito así a quien quiera controvertirme que empiece por enunciarme sus propios principios.

En mi opinión (es decir, mis principios), una sociedad ideal es aquella en la cual se puedan ejercer los derechos y libertades civiles tales como la libertad de expresión, el derecho a la privacidad, la libertad de empresa, libertad de cultos, etc. con un mínimo de fricción; y que ante los conflictos (porque la ausencia de conflictos la creo imposible) existan reglas claras y mecanismos de autoridad reconocida que permitan dirimirlos sin la necesidad de la violencia física. Creo en el derecho a la propiedad (incluyendo el derecho a la propiedad colectiva cuando emana de una decisión autónoma) y en el derecho a la vida y la dignidad de la vida humana. Creo que tenemos el derecho a tener una conciencia propia y a poder expresarla por medios no violentos, incluyendo la libertad de denunciar y sospechar. Creo, incluso, que la expresión por medios violentos está amparada por el derecho a la expresión sólo que está contrapuesta al derecho a la vida y a la integridad física de otras personas y en mi opinión estos derechos humanos priman sobre el derecho civil expuesto. Creo que las sociedades deben tener mecanismos para defender sus derechos fundamentales lo cual incluye todo el aparato de policías, fiscales y jueces que prevengan, eviten o castiguen las transgresiones a los derechos de los demás.

La existencia de grupos armados como las Farc y el Eln, así como los ejércitos privados al servicio del narcotráfico o de otros intereses particulares, las bandas criminales, y otros fenómenos dentro del momento actual de la historia del país atentan contra esa sociedad ideal. En otras palabras, lo que algunos llaman amenaza terrorista y otros conflicto armado o guerra, es una amenaza seria al desarrollo y la dignidad de los colombianos.

Y, como tal, esta amenaza o conflicto debe acabar.

Sobre el concepto de conflicto

Para mí el concepto de conflicto lo defino a partir de lo que conocemos como conflicto de intereses. Yo quiero algo. Tú quieres algo. En ocasiones nuestros algos son distintos y ambos podemos obtenerlo y entonces no hay conflicto, pero en otras ocasiones ese algo es lo mismo, o el algo del uno implica el agotamiento del algo del otro. Nuestros intereses entran en conflicto y los dos no podemos tener al mismo tiempo nuestros respectivos algos.

El conflicto termina cuando una de las partes, o ambas, renuncian a sus pretensiones o son incapaces de obtenerlas. Bien porque una parte se apropió de su interés antes que el otro, o lo tomó por la fuerza despojando a la contraparte, bien porque tras una pelea una de las partes se impuso, o bien porque se charló y se llegó a un acuerdo.

En ocasiones el conflicto no se da porque los intereses sean incompatibles sino porque los creemos incompatibles. Esto se da, principlamente, cuando se confunde lo que queremos con el método para obtener lo que queremos.

Hay conflictos personales (entre individuos), grupales, internacionales, etc. pero un tipo de conflicto que me parece relevante para esta discusión son los conflictos sociales. Esto es cuando dos o más grupos significativos de la sociedad se encuentran ante intereses aparentemente incompatibles.

En el caso colombiano, podríamos pensar que existe un estado constitucional que expresa algunos intereses y existe una subversión cuyos intereses entran en conflicto con el primero. El estado debe, por mandato constitucional, proteger la vida, honra y bienes de los colombianos y como tal no puede aceptar que la subversión atente contra la vida, honra y bienes de los demás ciudadanos. Este estado también, tradicionalmente, ha estado al servicio principal de los intereses de una clase política dirigente y de quienes financian a esta clase política. (Lo que acabo de decir es una sobresimplificación de un fenómeno más complejo.)

Esa subversión tiene como interés expuesto reemplazar al estado por uno bajo los ideales comunistas en el cual no existan conflictos de clase y, particularmente, tumbar al estado opresor actual que sirve a los intereses particulares de sus clases dirigentes. Para lograr esta lucha debe financiarse y para ello ha recurrido a negocios ilegales y a defender estos negocios, y así uno de sus intereses actuales también es proteger y preservar tales negocios. Por otro lado, independiente de la perversión que es el narcotráfico, la sola noción de estado comunista niega muchos de los derechos y libertades civiles consagrados hoy en la Constitución y los cuales defiendo.

Ahora, dentro del propio estado hay disidencias y conflictos de intereses y el pueblo colombiano está conformado por individuos y grupos con sus propios intereses, muchos de los cuales entran en conflicto. Pero en aras de la simplificación hablaré sólo de estos dos actores: el estado constitucional y la subversión; particularmente porque en la actualidad las diferencias partidistas al interior del estado no se dirimen por las armas.

Hay otra definición de conflicto, o más exactamente de conflicto armado sin carácter internacional (conflicto armado interno). Una definición legal que aparece en el título de ámbito del Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional, 1977. (Protocolo II en adelante.)

Esta definición reza:

TÍTULO I – ÁMBITO DEL PRESENTE PROTOCOLO

Artículo 1. Ámbito de aplicación material

1. El presente Protocolo, que desarrolla y completa el artículo 3 común a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, sin modificar sus actuales condiciones de aplicación, se aplicará a todos los conflictos armados que no estén cubiertos por el artículo 1 del Protocolo adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales (Protocolo I) y que se desarrollen en el territorio de una Alta Parte contratante entre sus fuerzas armadas y fuerzas armadas disidentes o grupos armados organizados que, bajo la dirección de un mando responsable, ejerzan sobre una parte de dicho territorio un control tal que les permita realizar operaciones militares sostenidas y concertadas y aplicar el presente Protocolo.

2. El presente Protocolo no se aplicará a las situaciones de tensiones internas y de disturbios interiores, tales como los motines, los actos esporádicos y aislados de violencia y otros actos análogos, que no son conflictos armados.

Aquí hay una parte clara: hay algo que se está desarrollando en el territorio de una Alta Parte contratante, es decir en el territorio colombiano, y las fuerzas armadas constitucionales de la nación. Por más que se quiera torcer el significado de las cosas en el momento en el que fuerzas armadas con mando en el estado colombiano constitucional e internacionalmente reconocido ejerzan acciones armadas en contra de algo dentro del territorio colombiano, se cumple esta parte de la definición.

Donde hay más espacio para la interpretación es en la definición de ese algo contra lo cual las fuerzas armadas constitucionales ejercen acciones armadas. El Protocolo II es explícito en determinar algunos puntos donde no aplica (p. ej. motines) y se sobreentiende que no aplica al uso de las armas del estado para combatir a la delincuencia común (organizada o no).

El uribismo insiste en que las Farc y el Eln no cumplen las condiciones de esta definición y como tales son asimilables a delincuencia, y por ello no existe conflicto armado interno.

Hay dos razones prácticas de la negación del conflicto. La una está al interior mismo del Protocolo II, Título IV, Artículo 13, numeral 3:

3. Las personas civiles gozarán de la protección que confiere este Título, salvo si participan directamente en las hostilidades y mientras dure tal participación.

Básicamente esto significa que si la población civil colabora con las fuerzas armadas bajo mando del estado colombiano, quedarían desamparadas de la protección legal que confiere el Protocolo II frente a las fuerzas disidentes. (No es que sirva de mucho porque igual las Farc no reconocen el Protocolo II ni las protecciones que de ahí emanan.) E, igualmente, si los civiles colaboran con la delincuencia no podrían ser procesados como cómplices.

La segunda razón es que el Protocolo II niega la intervención de otras naciones. La no intervención, por un lado, impide que otro país apoye abiertamente a la disidencia armada y, sobre todo, utilice sus propias fuerzas en apoyo de esta disidencia. Pero, por otro lado, el conflicto armado interno debe ser interno y como tal los otros países no están obligados a resolver este problema interno. Los miembros de grupos delincuenciales pueden ser apresados en otro país y extraditados para que los mecanismos judiciales tengan efecto. Los miembros de las disidencias armadas pueden apelar al derecho al asilo.

El concepto de la paz

Tratemos de no confundir el objetivo con el medio. El artículo 22 de la Constitución Política de Colombia, emitida en 1991 y en vigor desde entonces, dice que la Paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento. Es por lo tanto inconstitucional no buscar la Paz. Pero las así llamadas negociaciones de paz no son la Paz. El estado no está obligado a buscar una mesa de negociación con las Farc y el Eln y menos si considera que tal negociación prolongará la guerra antes que lograr la Paz.

Pero hablo aquí de la paz como si estuviéramos de acuerdo en qué es. La Constitución no la define.

Creo que los conflictos son inevitables. Incluídos los conflictos sociales. La paz no sería la ausencia de conflictos sino que esos conflictos no pretendan resolverse mediante el uso de violencia directa. Actualmente la subversión usa la violencia directa (ataques terroristas, enfrentamientos con el ejército y la policía, secuestros, amenazas y extorsión) como método para lograr sus intereses (altruistas o no) y el estado constitucional a través de sus fuerzas armadas usa violencia directa para contener a la subversión.

En su forma más restringida, la paz que queremos muchos colombianos, es el fin de esa violencia directa que produce la subversión, entendiendo que la violencia directa del estado contra la subversión es una consecuencia de la primera.

Hay otras formas de violencia, como es la violencia estructural, por ejemplo cuando una clase social dirigente en preservación de sus propios intereses desconoce los derechos e intereses básicos de una clase social oprimida. Para algunos la paz no sólo debe incluir el cese de la violencia directa de la subversión sino la eliminación de estas violencias estructurales.

Pero para continuar con el análisis limitémonos a la paz restringida: el cese de hostilidades de la subversión contra el estado y el consecuente cese de hostilidades del estado contra la subversión.

Y regresemos al principio que expuse al comienzo. El estado actual de hostilidades entre la subversión y el estado limita mi ejercicio de derechos y libertades civiles e, incluso, amenaza mis derechos humanos (y cuando hablo de mis derechos me arrogo hablar por cada uno de los colombianos). La paz, entendida como el cese permanente de hostilidades entre estas dos partes, es, por lo tanto, un estado deseable.

Esta paz, sin embargo, no puede obtenerse a cualquier costo. No puede obtenerse al costo de vulnerar nuestros derechos humanos ni los derechos y libertades civiles más de lo que ya están siendo vulnerados por el estado actual de hostilidades.

Esto significa que hay dos escenarios de acabar el conflicto que para mí son peores que el conflicto mismo:

  1. Una victoria militar a cualquier costo.
  2. Una negociación donde los principios comunistas que se oponen a mis principios liberales sean impuestos.

Sobre cómo acabar la guerra

Hay cuatro formas tradicionales de terminar una guerra o un conflicto armado:

  1. Una negociación entre las partes donde estas busquen lograr sus propios objetivos por medio del diálogo y donde los intereses cedidos o renunciados no sean interpretados como una derrota de ninguna de las partes. Llamaremos a esto una paz negociada.
  2. Una negociación donde una de las partes se reconozca derrotada pero condiciona el cese de hostilidades a ciertos requisitos y garantías. Llamaremos a esto una rendición condicionada.
  3. El reconocimiento de una de las partes a que la continuación de la lucha es más gravosa que someterse a la merced y voluntad de la otra parte y, en consecuencia, se rinden sin condiciones. Esto se llama, en consecuencia, rendición incondicional.
  4. El agotamiento de las partes en la vía armada, bien sea por la eliminación física de los combatientes de un bando, por desbandamiento, o porque los combatientes de uno o ambos bandos pierden interés en continuar acciones hostiles. Salvo que una de las partes haya sido completamente eliminada, siempre podría haber discusión sobre si la parte más débil al final de este conflicto fue realmente derrotada.

En el caso del enfrentamiento del estado colombiano contra las Farc, el primer escenario implica que un estado que no está derrotado busca acuerdos con una subversión que no se admite derrotada. En el actual equilibrio de fuerzas que favorece al estado constitucional sobre la subversión, las concesiones que el estado haga a los intereses de las Farc serán considerados por una parte de la opinión pública como una entrega del estado al chantaje de una subversión ilegítima.

En los demás escenarios asumiré que son las Farc la parte derrotada porque no veo en un futuro más o menos cercano que la relación de fuerzas sea tal que las Farc logren una victoria militar.

El segundo escenario es muy similar al primero, salvo que las Farc reconocerían que la vía armada se agotó y que la negociación tiene como objetivo principal lograr garantías en la demovilización. Sería una guerrilla que no pide condiciones tales como una reforma agraria o la revisión de la política internacional colombiana como condición para entregar las armas, sino que se enfocaría en puntos como garantías de debido proceso y disminución o suspensión de penas.

En el caso del M-19 y más adelante del EPL y otros grupos subversivos, hubo una negociación con términos favorables para los combatientes que depusieron las armas pero no hubo concesiones directas del estado con respecto a su política. La Asamblea Constituyente de 1991 no fue un requisito previo de las guerrillas desmovilizadas sino más bien una oportunidad coyuntural. Hasta qué punto fue una paz negociada o una rendición condicionada es debatible.

En la actualidad (2012), es difícil pensar que si las Farc llegan a la negociación como parte derrotada obtenga las mismas garantías que el M-19 en 1990.

El tercer escenario: la rendición incondicional, no sería completamente incondicional. Las Farc no se estarían sometiendo a la merced y voluntad de un estado victorioso sino a las garantías de un estado de derecho y unas leyes que limitan las penas. Si esto se lleva a cabo pronto, lo más probable es que sea porque las Farc han acordado la existencia previa de leyes favorables.

Hay un antecedente reciente en Colombia. La desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia y otros grupos ilegales antiinsurgentes, en las cuales no exigieron garantías más allá de la aplicación de leyes vigentes, incluyendo una ley hecha a la medida y que extendía las garantías procesales.

Por otro lado, si el estado y sus fuerzas armadas constitucionales se imponen con mayor contundencia sobre las Farc, puede llegar el momento en el que los líderes que entonces sobrevivan decidan entregarse al estado dentro de las leyes vigentes.

Dentro del cuarto escenario hay varias formas. Una es la eliminación completa y física de las Farc, bien porque el estado libre una guerra sin cuartel (que sería una violación al Protocolo II) hasta que el último guerrillero esté preso o muerto, bien porque ningún líder de las Farc toma la decisión de rendirse. Una escenario más probable es la desbandada: en algún punto los frentes sobrevivientes de las Farc pierden la unidad de mando y renuncian individualmente a proseguir una lucha contra el estado limitándose a sus propios intereses criminales. Si esta modalidad de crimen es de relativo bajo impacto eventualmente el estado cambiaría la actual estrategia militar a unas acciones más de tipo policivo.

La otra manifestación del agotamiento sería que las Farc, todavía con cierto nivel de mando unificado, renuncie unilateralmente a la ofensiva. Sería una guerrilla casi derrotada pero que no se atreve a entregarse a la justicia sino simplemente a resistir pasivamente, a esconderse. Si logran resistir lo suficiente en esta situación la ofensiva militar del estado será en algún momento insostenible. No estoy hablando aquí de un cambio estratégico de las Farc de esperar el agotamiento de la acción militar del estado para retomar su lucha, sino el abandono permanente de esta lucha.

Podría darse también (aunque no lo veo políticamente viable), que sea el estado el que abandone primero la lucha, o que concentre la actual ofensiva contra las Farc en una estrategia netamente defensiva y reactiva enfocada a la prevención del terrorismo. Pero teniendo en cuenta la historia de las Farc, no veo que estas terminen aceptando una situación de empate virtual sino que deseen retomar la lucha.

Escenario ideal

Ya había planteado que de acuerdo a mis principios hay escenarios indeseables. Uno es la prolongación indefinida del estado de hostilidades. De cuando en cuando las partes cambian de estrategia lo que les puede dar una ventaja puntual. Al comenzar la doctrina de seguridad democrática las Farc se replegaron y tuvieron un golpe grande cuando la doctrina fue reelegida porque esto acabó con sus predicciones de resistir un cuatrenio y retomar su rumbo. Pero, y a pesar de los golpes grandes que recibió durante el segundo cuatrenio de la seguridad democrática, hacia el final del gobierno de Uribe las Farc habían retomado cierta ofensiva de carácter terrorista. Personalmente no creo que Santos haya aflojado en el esquema de seguridad democrática sino que las Farc han logrado cambiar su estrategia y parecer más contundentes de lo que fueron entre 2006 y 2009.

En una prolongación del conflicto eventualmente una de las partes comete un error grave en la reformulación de la estrategia. La situación actual le permite al estado cometer más errores graves sin que se conviertan en derrota. Con suerte, para una pronta resolución del conflicto, las Farc cometerían pronto un error suficientemente grave que las lleve a buscar una rendición o un abandono de la lucha.

Una victoria militar a cualquier costo, de parte del Estado contra la subversión, lo considero también poco deseable por lo de “a cualquier costo”. A cualquier costo significaría la suspensión de derechos y libertades civiles de todos los ciudadanos y actualmente garantizados en la constitución. Esto puede acelerar la victoria militar del estado, pero significaría que el estado se convirtió en algo indeseable desde mi punto de vista.

Una victoria militar del estado dentro de la constitución y las leyes es, desde los principios que he planteado, una opción deseable siempre y cuando sea pronta. Buscar la victoria militar sin conseguirla constituye una prolongación del conflicto.

La victoria militar puede darse en forma de rendición condicionada, rendición incondicional o simple abandono de la lucha o eliminación física de la otra parte, sin entrar a detallar cuál de esas alternativas es la más deseable.

Una victoria de la guerrilla la considero indeseable por el modelo de estado que históricamente ha planteado el comunismo y que va en contra de las libertades y derechos civiles que defiendo.

Entonces llegamos al caso de la paz negociada. En principio no considero que ni la paz negociada ni la victoria militar sean intrínsecamente malas o buenas. Así como veo buena una victoria militar del estado pronta y encausada dentro de la constitución y mala una victoria militar por parte de un estado que viole sistemáticamente los derechos y libertades civiles, hay negociaciones buenas y negociaciones malas.

Si las negociaciones de paz no garantizan al menos esa paz restringida vista como el fin de las hostilidades entre las fuerzas del estado y la subversión, sino que antes ayudan a prolongar la guerra, entonces no estoy de acuerdo.

Pero incluso una negociación que exitosamente logre la paz sería indeseable si hay un detrimento en los principios que defiendo.

Dentro de la paz negociada veo cosas que considero contrarias a mis principios, cosas que considero simplemente feas, cosas que me son aceptables y cosas que yo mismo espero.

En contra de mis principios estaría que las Farc impusieran limitaciones a la libertad de empresa o a la libertad de expresión como parte de la negociación. Definitivamente inaceptable que las Farc exigieran la pena de muerte a los opositores de la solución negociada u otras suspensión de los derechos humanos (pero se me haría absurdo que el gobierno de Santos siquiera permita que se discuta algo así).

Feo vería que las Farc exijan cambios radicales en la política internacional o que Timochenko sea nombrado senador o ministro sin siquiera someter su nombre a las urnas. Sería feo pero no inaceptable. La impunidad frente a crímenes atroces sería fea pero no inaceptable. Si estas cosas feas permiten que los colombianos podamos continuar con mejores vidas no me opondré.

Apenas aceptable serían penas cortas y suspendidas a los líderes guerrilleros no directamente involucrados en crímenes atroces y la integración de los combatientes rasos a programas de reinserción.

Lo que esperaría como deseable: que dentro de las negociaciones que efectivamente lleven a la paz, se dé la oportunidad de plantear un modelo de sociedad menos excluyente y que la firma de la paz sirva de pretexto para implementarlo.

Predicciones

Mi hijo está entrando a primer grado en el colegio. En once años saldrá bachiller a una edad apta para prestar el servicio militar obligatorio. Durante este tiempo espero que él pueda tomar una decisión libre y autónoma y que si se decide por tomar las armas del estado no sea ante la perspectiva de matar a nombre del estado para defender a unos colombianos de la demencia de otros colombianos que pretenden ser insurgentes.

Soy medianamente optimista de que en once años la actual guerra no será determinante en la decisión que tomará mi hijo.

Pero soy mucho menos optimista en creer que la paz se va a lograr dentro de los dos años que le quedan de gobierno al Presidente Santos.

Creo que tanto la paz negociada como la victoria militar del estado son posibles, pero ambas son difíciles. Creo que de optar el estado por una solución netamente militar estaríamos perdiendo una oportunidad de dar un fin más próximo a la guerra actual, como también creo que una negociación de paz sin perspectivas reales ayudará más a prolongar la guerra que a acabarla.

Las Farc están bastante golpeadas pero aún no están derrotadas y siguiendo su patrón histórico van a querer mostrar fortaleza frente a una negociación. Si esa fortaleza la pretenden a punta de terrorismo harán que sus pretensiones en la mesa de negociación sean menos aceptables por la mayoría de ciudadanos votantes de Colombia. Creo que los mandos de las Farc podrían mostrar mayor fortaleza sosteniendo un alto el fuego unilateral que recurriendo al terrorismo. Pero no lo van a hacer.

Si los colombianos votantes no apoyan mayoritariamente las concesiones que el gobierno haga a la guerrilla, el gobierno no estará en capacidad de conceder. Esto debilita al gobierno quien quedaría atrapado por la opinión pública crítica del proceso por un lado y la necesidad de mostrar resultados por el otro. Y las Farc van a querer aprovechar este debilitamiento para aumentar sus pretensiones.

En conjunto esto significara o bien un nuevo fracaso en la búsqueda de la paz negociada, con la consiguiente prolongación de la guerra, o una paz mal hecha, que si bien no será germen de una nueva guerra si desatará una nueva ola de violencia.

Creo que el modelo de estado que tiene Juan Manuel Santos en la cabeza es bueno, pero también tiene una tendencia de querer complacer a casi todo el mundo. Soy algo pesimista de que el gobierno de Santos sea el interlocutor adecuado frente a una negociación con las Farc. Me temo que se va a dejar enredar entre el juego de las Farc de obtener más concesiones usando el terrorismo como muestra de fortalecimiento y el de la derecha política que insistirá en ver las pretensiones de las Farc y su recurso terrorista como muestras del fracaso de la vía negociada.

Por otro lado creo que Timochenko en 2012 puede ser más serio de lo que fue Marulanda en 1998. Las Farc están duramente golpeadas, mientras que en 1998 había una percepción de fortalecimiento. Que sea más serio no quiere decir que esta vez sí haya esperanza porque las Farc siguen mostrando esa política de querer llegar fortalecidas a la mesa de negociación y querer mostrar la fortaleza con terrorismo.

Ojalá me equivoque en mi percepción del carácter de Santos, porque un gobierno con un proyecto claro que logre defender es la mejor garantía que tenemos los colombianos de llegar a una solución pronta a esta guerra.

Pero no creo que esta sea la última oportunidad tampoco.


4 respuestas a “Vientos de paz”

  1. Qué sesudo trabajo de organizar sus ideas y expectativas. Buen trabajo eso de organizar por escenarios e ir seleccionando o descartando opciones de acuerdo a su alineación o no con sus valores e intereses.
    Yo también ando rumiando un texto sobre lo que pienso de esto, siendo apenas una posibilidad de diálogo. Creo que tengo tiempo de seguir masticándolo

  2. Carlos, comparto la opinión con Mauricio que es un sesudo ejercicio de expresar tu punto de vista con respecto a un contexto emergente. Pero una palabra no me cuadra : cuento
    No me cuadra lo de cuento porque no creo que lo que la paz sea un cuento (pienso con el deseo) , y pienso que descalifica un escenario necesario que se está tratando de conformar. Si es Cuento es el inicio del cuento. Ojalá tenga final feliz.
    Sea de paso que comulgo con los principios liberales que presentas en la introducción del post.

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