La educación sexual prohibida


Vía “I’m Pro-Choice, Not Pro-Abortion” en Borderless News and Views

En ocasión de la discusión sobre el aborto, esta nos divide en dos bandos: quienes defienden la vida desde la concepción (llamados en inglés Pro-Life o pro-vida) y quienes defienden el derecho de la mujer a decidir sobre su útero (en inglés los Pro-Choice o pro-escogencia). Hay, desde luego, matices y puntos medios, como habrá personas que no han tomado una postura definida bien por apatía bien por el reconocimiento de lo complejo del tema.

Muy probablemente por mi educación cristiana siento que existe algo especial en toda vida humana y por ello no me gusta el concepto del aborto como método de control natal. Pero que no me guste no significa que tengo que imponer mi criterio sobre los demás.

Cuando escribo esto sigue vigente en Colombia la despenalización de lo que se conoce como aborto terapéutico frente a la inviabilidad del producto de la concepción, el peligro a la vida de la madre y el fruto de la violación o la inseminación artificial no consentida. Con sus respectivas reservas no considero estos casos como métodos de control natal. Por otro lado sí creo en el concepto de control natal cuando esta es una decisión de la mujer o de la mujer junto con la pareja que ella libremente escoja. La contracepción previa, o en casos excepcionales la contracepción de emergencia son, en mi concepto, métodos válidos de planificación. Como es también válida la abstención libre y voluntaria.

Mi educación cristiana y el hecho de que vivo en un país mayoritariamente cristiano (y mayoritariamente católico dentro del cristianismo) me hará referirme sin duda a lo que dice la biblia y la Iglesia Católica al respecto. La Iglesia tiene una postura de que el sexo sólo es válido dentro del matrimonio y el matrimonio (y el sexo dentro del matrimonio) tienen por objeto la procreación. Muchos grupos cristianos, incluyendo varios grupos católicos, promueven entonces que la única educación sexual válida es aquella que insiste en la abstención antes del matrimonio. Todo lo demás traerá una serie de problemas comenzando por la banalización del sexo, la cosificación de las personas, los embarazos no deseados y las enfermedades de transmisión sexual (ETS).

Hay, desde luego, fanáticos que creen que las ETS son un castigo de Dios, como también hay personas muy educadas y que viven su fe en comunión con un escepticismo científico y sin fanatismos que no asignan a Dios las ETS sino a las malas prácticas sexuales. En el mundo ideal predicado por estas personas, un mundo donde todos nos abstenemos del sexo antes de casarnos y luego permanecemos fieles dentro de una institución monogámica, muchos de los problemas asociados con el sexo no se presentarían. Una recíprocamente única pareja sexual de por vida nos previene de las ETS y el sexo como valoración de la pareja y continuación del diálogo y la intimidad puede ser más enriquecedor si lo reservamos al único ser amado.

Bueno, lo primero creo que es demostrable, lo segundo no estoy seguro.

De todas formas los métodos anticonceptivos y profilácticos no son 100% confiables. Depender de ellos bien puede generar una falsa sensación de seguridad que no previene en últimas las ETS ni los embarazos no deseados.

Hay dos problemas que tiene insistir en una educación sexual de sólo abstinencia. El primero es de índole práctica: hay grupos que se oponen a cualquier tipo de educación sexual que no sea de sólo abstinencia, y esta postura demora la implementación de programas de educación sexual. El segundo problema va al concepto mismo de lo que es la educación. El modelo de educación actual basado en currículos es defectuoso. A muchos nos sirvió, tal vez, para obtener un título universitario y, probablemente, obtener las bases para iniciar un oficio profesional. Pero el modelo también excluye porque no todos los alumnos aprehenden el currículo con el mismo nivel de entendimiento y no aprenden más que a memorizar para el examen. Por bien intencionado y bien logrado que se haga un currículo de educación sexual basado en la abstinencia muchos alumnos no comprenderán este y quedarán sin la protección de tal supuesta abstinencia.

Luego es muy fácil culpar a nuestros jóvenes. Culpar a los medios de comunicación que promueven antivalores familiares y la cultura del libertinaje. Culpar a nuestras adolescentes por andar más pendientes de los placeres sexuales que de su propia responsabilidad. Entonces, como ellas son culpables de quedar embarazadas, como ellas se lo buscaron, ahora que no vengan con el cuento de que el estado debe resolverles el problema matando a un bebé no nacido.

Sir Ken Robinson: “aun educamos a nuestros niños por lotes” en Changing Education Paradigms
Imagen de “La educación prohibida”

Ya sabemos que el modelo educativo basado en currículos es defectuoso. El modelo de educación pública, universal y gratuita, con programas curriculares y separación de los niños por edades es un modelo conveniente para quienes manejan el estado, conveniente para quienes manejan al proletariado, pero no es conveniente para educar a nuestros niños. Ese modelo creado en Prusia a finales del siglo XVIII tiene varias fallas conceptuales y ya muchos educadores han venido mostrándolas y replanteando el modelo desde hace décadas. Pero nuestros políticos, nuestros curas, nuestros procuradores, asumen todavía que ese es el modelo.

Todos nuestros jóvenes son educados sexualmente. La educación la reciben de sus padres, de sus primos y hermanos mayores, de la televisión e Internet, de los maestros en la escuela y de los programas curriculares entre muchas otras fuentes. Nuestro aprendizaje del lenguaje o de las ciencias naturales, incluso de la matemática y le historia, es en gran medida vivencial. El currículo es una guía para medir logros a distintas edades. Imponer un currículo como fuente única del saber académico crea un divorcio entre el aprendizaje vivencial y la escolaridad. Y con la educación sexual pasa lo mismo.

Probablemente no debemos llegar al punto de que en los colegios haya instrucciones prácticas y experimentales de cómo tener o no sexo. Pero nuestros niños y adolescentes deben comprender su cuerpo y apropiarse de la responsabilidad que ellos tienen consigo mismos. Apropiarse de esa responsabilidad bien puede llevarlos a abstenerse antes de estar seguros y a protegerse cuando sientan que les llegó el momento y a saber qué hacer cuando esa protección falle.

Ahora, y desde luego, en una educación confesional se les puede insistir que el momento en el que pueden garantizar estar seguros para iniciar su vida sexual es cuando se casen. Pero aún bajo esta insistencia algunos alumnos pueden equivocarse, pueden ignorar el consejo, pueden perder la fe o reemplazarla por alguna forma de razón escéptica. Si esta educación confesional es realmente responsable no debe limitarse a decir que se les advirtió: tiene que preparar a los jóvenes para enfrentar las alternativas.

Dice una máxima de los movimientos pro-escogencia: Educación para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir.

Una joven que ha recibido una buena educación sexual (hablando de la educación en el sentido completo del término y no del diseño de un programa curricular) puede tomar mejores decisiones sobre su cuerpo y sobre su práctica sexual. Puede decidir abstenerse o buscar el placer. Si esta educación ha sido deficiente, por ejemplo, porque hay un divorcio entre el currículo y la vivencia, esta joven puede cometer errores más fácilmente.

Esta joven que escoge libre e informadamente tendrá a su disposición una serie de métodos para desarrollar una vida sexual activa y protegida. Sabrá protegerse de las ETS y sabrá prevenir los embarazos antes de estar lista para ser madre. Entre mejor educadas sean nuestras mujeres y ante la disponibilidad de métodos anticonceptivos, incluyendo la contracepción de emergencia (píldora del día después), serán menos los casos en el que la mujer se vea ante el dilema de abortar.

Pero llegará el momento en que las prevenciones fallen. Las mujeres que no atendieron bien cuando se les intentó enseñar. O que se equivocaron en una prevención. O que el método falló. O que perdieron el juicio frente a una pareja dominante. O que fueron forzadas (no sólo frente a amenazas de fuerza letal). O que por cualquier razón, con culpa o sin culpa, son empreñadas cuando aún no están listas para ser madres. Muchas de estas mujeres reasumirán su proyecto de vida y tal vez hasta sean grandiosas madres. Pero no todas estarán listas. O, tal vez sean sus parejas o sus padres quienes no estén listos y obliguen a la mujer a “solucionar el problema”.

A mí no me gusta el aborto. Creo que cada vez que una mujer se enfrenta al dilema de abortar es porque algo malo pasó. Una educación fallida. Un violador. Un método anticonceptivo que no funcionó correctamente. Un tamizaje fallido de riesgos de enfermedades genéticas incompatibles con la vida. Pero no puedo imponer mi gusto frente al dilema que enfrenta la mujer que piensa o es obligada a abortar. Menos cuando yo nunca enfrentaré ese dilema en carne propia.

Un aborto mal practicado es un riesgo para la salud de la mujer y es un riesgo que puede acarrear incluso la muerte. El aborto ilegal, como cualquier otra actividad ilegal, carece de una supervisión por el estado lo que aumenta los riesgos de ser mal practicado. El aborto mal practicado es un problema existente y grave de salud en Colombia lo que significa que es algo que sucede. El aborto es percibido como una necesidad por muchas mujeres y la ley no será un impedimento para que en su desesperación lo busquen.

Yo no tengo una convicción fuerte frente al aborto. Simplemente no me gusta. Entiendo también a los hombres y mujeres que creen que el aborto es un asesinato. Un embrión de pocas semanas ya es un individuo humano vivo si bien aun no tenga el desarrollo neuronal que le permita sentir el ambiente. Por mucho que yo sufra por culpa de una persona abusiva, yo no tengo el derecho a asesinar esa persona. Si yo creo que ese embrión es ya una persona, la madre no tiene el derecho a asesinarla por el abuso que ese pequeño e inocente ser le infrinja por los próximos 8 meses (o más si decide quedárselo). Visto así el aborto sería el asesinato de inocentes sólo porque una persona decidió que no coincidía con su proyecto de vida. Es una decisión bastante egoísta.

Si quiero resolver este dilema. Si como sociedad queremos resolver el dilema, no podemos basarnos sólo en creencias. No es porque yo crea que un embrión es una persona o no. O porque yo crea o no en la biblia. O porque yo crea o no en el concepto de autonomía completa sobre nuestros cuerpos. Lo que sabemos es que antes de las doce semanas de gestación el embrión no ha desarrollado un sistema neuronal “humano” y si tengo que escoger entre matar sólo un embrión o por proteger al embrión poner en riesgo la vida de la gestante y, por lo tanto, también del embrión, escogeré salvar a la mujer.

Yo iría más allá del aborto terapéutico. Yo diría que el estado debe garantizar que toda mujer que decida abortar pueda contar con un medio seguro para hacerlo. No necesariamente un método gratuito pagado por los contribuyentes y amparable por tutela pero sí permitir que sea seguro y accesible. Pero el estado también debe velar para que el aborto sea una excepción. No prohibiéndolo sino generando las garantías para que el dilema del aborto sea tan raro como sea posible.

Y gran parte de esa garantía es la educación sexual. Entendiendo la educación como un conjunto y no sólo como una cátedra.


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