Suspensión de la incredulidad y realidad secundaria


Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…

Así comienza cada una de las películas de una de las sagas de ficción más populares del cine.  Por unas dos horas de cada una de las seis películas estamos invitados a olvidarnos de nuestro mundo, nuestros problemas e, incluso, de las leyes de la física tal cual la conocemos para sumergirnos en el mundo de los caballeros Jedi, los imperios estelares y los viajes interplanetarios.

En esos momentos la realidad no es lo que hemos aprendido en la escuela sino lo que el cineasta nos muestra.  El cineasta nos redefine el mundo.  Ese mundo ya no es una mentira sino una realidad secundaria y dentro de esa realidad secundaria sabemos que Obi Wan Kenobi le miente a Luke Skywalker cuando afirma que Darth Vader asesinó a su amigo Anakin, padre de Luke.

Sabemos que toda la historia de Luke, Obi Wan y Anakin es ficticia.  Es una creación.  Usualmente no la llamaremos una mentira tal vez porque hacemos una distinción entre contar una historia para engañar (mentira) y contar una historia para entretener (ficción).  Cuando George Lucas nos presenta esa historia no quiere hacernos creer que eso es una verdad fáctica sino que quiere que por unos instantes nos adentremos dentro de su creación y establezcamos qué es verdad y qué es mentira dentro de ese mundo.

Muchos autores se han puesto a discutir sobre si el Imperio es realmente tan malvado como el sesgo de las películas lo muestran o si no es la resistencia los verdaderos malos de la película.  Una discusión que sin duda va más allá del universo presentado por Lucas y que en últimas es una discusión sobre algo inexistente en nuestra realidad.

La Galaxia de los Sith y los Jedi existe en nuestra imaginación; así como existe la Tierra Media de J. R. R. Tolkien, o existe el Hogwarts de J. K. Rowling.  Y no sólo en la fantasía y la ciencia ficción, sino en toda obra de ficción, desde una comedia romántica hasta una telenovela.

No solo es nuestra mente capaz de suspender nuestra realidad para adentrarnos en la creación de un autor, sino que podemos hacerlo muchas veces durante un mismo período de tiempo y mantener todavía nuestra conexión con el mundo real.  Podemos seguir varias series de televisión y telenovelas que se desarrollan durante meses y al mismo tiempo leer uno o dos libros de ficción y cumplir con las obligaciones de nuestro trabajo o nuestra escuela.

¿Tiene algún beneficio esto?

Las especies más inteligentes del reino animal, como los delfines, lobos y chimpancés, son también las que presentan estructuras sociales más complejas, apartándose de un solo modelo de manada.  Los seres humanos hemos desarrollado múltiples modelos de estructura familiar y de organización social a nivel de aldea, tribu, clan, ciudad, gremio, club y nación.  Gran parte de nuestra capacidad cerebral está dedicada a entender las complejidades sociales que nos rodean.

Pero esta complejidad social la compartimos con ancestros como el Homo habilis y un caso muy significativo fue el que ocurrió en Eurasia al final de la penúltima glaciación.

El hombre de Neanderthal apareció hace unos 400.000 años.  Tenía un cerebro más grande que el nuestro y era físicamente más formidable y adaptado a los inviernos euroasiáticos.  La población euroasiática de neandertales divergió de los homínidos que poblaban África en esa época y hace unos 100.000 años hubo una catástrofe climática que devastó a casi la totalidad de la población homínida de África.

Los que sobrevivieron fueron aquellos capaces de inventar mundos mágicos e historias.  Aquellos que tuvieron esa capacidad adicional de innovar, de recrear, de pensar más allá de lo aprendido y de comunicar este pensamiento.

Tras esta cercana extinción sobrevivió lo que hoy conocemos como el hombre anatómicamente moderno: el Homo sapiens.  El hombre moderno con su capacidad de crear historias y de mantener activa su imaginación salió de África y llegó no sólo al territorio de los neandertales en Eurasia sino que eventualmente llegaría a Australia y a América.

El hombre de Cromañón, como hoy conocemos a los primeros hombres modernos que llegaron a Europa, convivió con el hombre de Neandertal, llevando finalmente a este último a la extinción justo durante la era climática que era más apta para el Homo neanderthalis.

Los neandertales eran ya suficientemente inteligentes para sobrevivir en un invierno euroasiático y más aptos físicamente que los hombres africanos que acababan de llegar.  Pero la nueva concepción del mundo potenciada por el uso de la imaginación y por la capacidad de crear y narrar historias, llevó a que fueran estos recién llegados los que sobrevivieran y se convirtieran en nosotros.

Las historias y los mitos no son mentiras cuando podemos reconocerlos como tales.  La ficción y nuestra capacidad para suspender la incredulidad y retomarla, nuestra capacidad para reconocer realidades secundarias y mantenernos en nuestra realidad primaria, ha sido una de las grandes capacidades que el hombre tuvo, no sólo con respecto a los otros animales sino con respecto a los demás homínidos.

Pero hay un riesgo.  Podemos creer tanto en una realidad secundaria que no sólo convertimos los mitos en realidades sino que rechazamos las evidencias que la realidad nos presenta en contra de ese mito.


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