Pasando el testimonio


Como lo recordé en mi pasado post A journey, estudié en una escuela confesional y creo que gran parte de mi pensamiento humanista lo heredé de ese catolicismo que recién salía de Vaticano II, que no temía a la ciencia y por el contrario abrazaba el diálogo ecuménico y el entendimiento entre los pueblos. El cristianismo de da la otra mejilla y ama a tu prójimo, el de trata a los demás como quieras que te traten como una forma positiva de la regla de oro que trasciende culturas: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan. El cristianismo dirigido por un papa carismático que llamaba por la paz mundial y se oponía, como guía espiritual, a la pena de muerte.

En gran medida consideré que el núcleo de mis valores como persona venían de esa formación cristiana, aun cuando mis creencias sobre la metafísica del mundo se hubieran apartado de la metafísica judeocristiana. El Dios padre y creador y Jesús podrían ser sólo fábulas mientras siguiera apreciando los valores del cristianismo como el ideal de los valores humanos.

Mis estudios universitarios los hice en una universidad confesional, regida por la Compañía de Jesús y la filosofía ignaciana. La misma Compañía de Jesús que se acercó a la Teología de la Liberación sin adoptar la parte más extrema de la misma y que se consagró como el ala liberal y social del catolicismo frente al conservadurismo del Opus Dei. Si bien mi fe religiosa se fue diluyendo, tenía frente a mí varios ejemplos de como los valores cristianos pueden ser la base del mundo ideal al que todos aspiramos.

A pesar de mi agnosticismo, tomé la decisión de que mis hijos fueran bautizados en la iglesia donde me crié, en la fe de mi esposa y de la mayor parte de mi familia y conocidos. Y tomé la decisión de que estudiaran en una escuela confesional. No fui la única persona tomando esa decisión: mis padres sugirieron, mi esposa tuvo mucho que ver en la decisión, pero mi papel no fue sólo pasivo de aceptar la decisión de los demás sino que la apoyé por esa convicción de que la escuela confesional podría aportarle a mis hijos esos valores y principios que yo valoraba. Finalmente ellos, luego como adultos, podrían definir su propia fe.

Pero algo cambió con mi apostasía formal y con los motivos que me llevaron a la misma.

Parte ha sido entender que mis valores no son los valores del cristianismo. Son valores humanistas que bien comparten tanto las corrientes humanistas del cristianismo como el humanismo secular, mientras que existe todo un cristianismo no humanista, dentro y fuera del catolicismo, con el que no puedo identificarme.

No puedo identificarme con los creacionistas de tierra joven que prefieren boicotear los fundamentos de la ciencia con tal de que su escritura sea literalmente correcta. No puedo identificarme con los cristianos que restriegan el deuteronomio para justificar su odio a la homosexualidad, pero luego hablan de la nueva alianza para desligarse de las partes incómodas del antiguo testamento. No puedo identificarme con la fábula de La Caída y el mensaje implícito de que buscar la verdad (tomar el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal) sea el origen de los males del hombre. Que la colaboración entre todos los hombres sea tan amenazadora para Dios que tenga que confundir nuestras lenguas tal cual lo refleja la fábula de la torre de Babel. No puedo identificarme con Pablo escribiendo en sus cartas que buscar la razón es de necios.

En estos momentos me pregunto si realmente quiero que sean los valores cristianos, que pueden estar o no alineados con mi pensamiento humanista, los que sean enseñados a mis hijos. Me preocupa, sobre todo, que sean indoctrinados en una ideología que rechace el pensamiento crítico en aras de preservar un dogma. Por experiencia sé que no todo en la religión es una fe ciega que rechaza el pensamiento crítico pero lo hay.

Sé que particularmente en la escuela donde están mis hijos se desarrollan muchas destrezas intelectuales lo que se refleja en muy buenos resultados en las pruebas de estado de sus bachilleres y su aceptación en las universidades y eso no se logra con un rechazo total al pensamiento crítico.

Podría pensar en pasar a mis hijos a una educación secular, pero el solo hecho de ser secular no garantiza todas las destrezas intelectuales que espero que mis hijos aprendan. Podría dejarlos seguir en la escuela confesional donde están y yo preocuparme por que aprendan lo que yo considero importante y que la escuela no les puede dar. Está siempre la alternativa de la educación en casa, el home schooling, donde yo asumo la totalidad del proceso de aprendizaje. Pero en cualquier decisión yo no soy el único padre que toma las decisiones sobre cómo mis hijos enfrentarán la cuestión religiosa y sé que mi esposa se opondrá a lo que ella perciba como indoctrinación al ateismo.

No será mi objetivo criar hijos que rechacen el concepto de Dios, en parte porque yo no soy un cruzado antiteísta. En parte porque espero que ellos tengan el criterio suficiente para pensar por sí mismos. En parte porque el cristianismo en el que me crié y en el cual creo que mis hijos se están criando es preferible a muchas otras sectas y religiones donde se subvierte toda la concepción del mundo a lo que el pastor o guía religioso decida o interprete: desde los fundamentalismos cristianos, hasta los cultos extraterrestres suicidas, la cienciología o el marxismo dogmático o el uribismo acrítico.


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