Prohibiendo el agua


dhmobanner1El monóxido de dihidrógeno es una substancia peligrosa que puede matar si se inhala y sus vapores pueden causar graves quemaduras. Actualmente es utilizado por la industria, la cual vierte sus desechos de monóxido de dihidrógeno a los ríos por toneladas. La perversidad de esta substancia fue denunciada por primera vez en un diario de Michigan en 1983 y en 1989 un grupo de jóvenes responsables encabezados por Eric Lechner, Lars Norpchen y Matthew Kaufman crearon la Coalición para Prohibir el Monóxido de Dihidrógeno. Originalmente una organización para explicar sus peligros y concientizar al público, a partir de 1997 varias peticiones han sido firmadas para controlar y prohibir su uso en la industria.

H₂O (water molecule)Algunas personas ya están familiarizadas con el bulo. El monóxido de dihidrógeno es una substancia compuesta por una molécula de oxígeno y dos de hidrógeno y es comúnmente conocida como agua. Utilizar un nombre que suena a químico, usando como parte una palabra como monóxido que ya tiene una connotación negativa por el monóxido de carbono, presentando datos reales de forma alarmante (matar si se inhala es ahogarse en el agua y el vapor de agua puede quemar; y el agua que no se utiliza más en la industria se regresa a sus fuentes) lleva a que muchas personas, una y otra vez, firmen la petición sin saber qué es lo que están pidiendo prohibir.

El bulo ha sido usado como broma (1983), chiste recurrente (1989) o dentro de estudios de comportamiento y la credulidad (1997).

En 1953, el geoquímico Clair Cameron Patterson logró estimar la edad del sistema solar entre cuatro mil quinientos y cuatro mil seiscientos millones de años. El uranio es un material radiactivo que decae en plomo, con una vida media de 4.470 millones de años en el caso de uranio 238 y de 704 millones de años en el caso del uranio 235. (Cada isótopo decae en isótopos diferentes de plomo: plomo 206 y plomo 207, respectivamente.)Tetrafluoruro de circonio Varios compuestos químicos rocosos como el circón pueden incluir trazas de uranio en su formación, pero estos no poseen plomo, el cual tiene unas propiedades químicas diferentes. Si se encuentra plomo en el interior del circón esto significa que originalmente era uranio que luego decayó en plomo y no de plomo que está en la roca desde su formación. Al medir la relación entre uranio 238 y plomo 206 y entre uranio 235 y plomo 207, con un espectrómetro de masa se puede saber cuando se formó la respectiva roca.

Cuando Patterson comenzó a utilizar esta teoría se encontró que los niveles de plomo eran demasiado altos y concluyó que era un problema de contaminación. Aislando suficientemente las muestras y limpiando rigurosamente los implementos a usar, los espectómetros, las muestras y la atmósfera del laboratorio logró las medidas precisas, que hoy, tras otras corroboraciones, sabemos que corresponde a la edad de la tierra y demás rocas del sistema solar. Pero Patterson no se conformó con limpiar su laboratorio sino que salió a buscar cuales eran los niveles reales de contaminación de plomo y su comportamiento histórico. El plomo, es bien sabido, produce enfermedades como el saturnismo. ¿Los niveles de plomo en el aire que contaminaban las muestras de Patterson eran niveles normales?

Tras un riguroso estudio Patterson concluyó que no. Los niveles de contaminación de plomo en la atmósfera y los mares se había incrementado bastante en los años anteriores y el mayor incremento coincidía con la introducción del tetraetilo de plomo en la gasolina. El tetraetilo de plomo es un antidetonante que evita que la gasolina explote en el motor antes de tiempo (cascabeleo), una de las formas más económicas que tenía la industria petroquímica para aumentar el octanaje. Otros factores incluían la utilización de pinturas con compuestos de plomo y las tuberías de nuestras casas. A la industria petroquímica que originalmente había patrocinado la investigación de Patterson, no le gustó las conclusiones del estudio. Luego seguiría una batalla jurídica en la que Patterson fue apoyado por activistas ambientales y la gran industria petroquímica por científicos a sueldo que se dedicaban a desprestigiar y sembrar dudas sobre la investigación de Patterson.

Este comportamiento de la gran industria se ha visto también en las tabacaleras que por muchos años negaron la relación entre el cáncer de pulmón y otros cánceres con el consumo de nicotina y alquitrán de sus productos. El argumento fue muy similar: buscar las palabras claves en los papeles científicos tales como “suponemos”, “concluimos” y “grado de error”, que son parte importante del lenguaje científico y de la filosofía de la ciencia para convencer al público que no ha sido plenamente establecido que el tetraílo de plomo y la nicotina causen perjuicios a la salud humana.

La misma táctica que usan los literalistas bíblicos para poner en duda el hecho comprobado y consensuado de la evolución biológica, o la misma gran industria con respecto al cambio climático antropogénico. Hoy la casi totalidad de científicos que conocen del tema aceptan no sólo que exista un cambio climático hacia el calentamiento global, sino que el cambio es causado por la actividad humana, tanto por la deforestación como, sobre todo, la extracción y consumo de combustibles fósiles. Pero tanto la industria que extrae como la que consume petróleo y carbón, siguen intentando sembrar dudas sobre que el cambio climático sea causado por la actividad humana. (Hace no muchos años todavía negaban que el cambio climático existiere.)

Es claro, por los muchos ejemplos que vemos aquí y otros que no hemos hablado, que los científicos patrocinados por la gran industria no son la fuente más confiable sobre lo que la industria hace. Pero dentro del activismo en contra de la actividad industrial también hay una serie de pecados.

Monsanto es una empresa que se ha dedicado a la investigación agroindustrial. Como toda empresa que se basa en la investigación, ellos esperan que sus resultados sean lucrativos a través de patentes y gracias a legislación que proteja su propiedad intelectual. Hasta ahí, bien, es parte del sistema capitalista que nos podrá gustar o no. Pero Monsanto no se queda ahí sino que ha promovido legislación que no sólo proteja su propiedad sino que le de ventajas competitivas frente a prácticas tradicionales. No sólo se trata de que su maíz sea mejor y por lo tanto preferido por los cultivadores; no sólo se trata de prohibirles a los cultivadores que guarden parte del producido del maíz Monsanto para una nueva cosecha, sino de ponerle trabas legales para que los cultivadores usen parte del producido de su propio maíz (el que no es propiedad intelectual de Monsanto) como semilla para el siguiente cultivo. Claro que yo, como consumidor, preferiré un producto proveniente de semilla certificada que un producto sembrado con semilla de dudosa procedencia. Pero la legislación sobre certificación de semillas no está diseñada para proteger al consumidor sino a la gran industria.

anti-MonsantoPero, entre las líneas de investigación de Monsanto también está la investigación transgénica. Todos los científicos que han estudiado con seriedad el tema concluyen que un alimento transgénico no es más o menos saludable que lo que tomamos de la naturaleza o hemos adaptado tras milenios de actividad agrícola. Como con todo producto podrá haber mejores o peores cosas, algunos riesgos y algunas incógnitas y mucho que aprender. Pero los alimentos transgénicos en sí, así sean producidos por Monsanto, no son un riesgo para el consumidor. Como con todo producto patentado, hay un cuestionamiento válido al modelo de negocio de Monsanto, pero el problema no es la manipulación genética en sí.

Pero así como es fácil que muchas personas terminen firmando una petición para prohibir el agua manipulando la presentación de los datos sobre el monóxido de dihidrógeno, también es fácil crear monstruos artificiales como los alimentos transgénicos. Finalmente es más fácil movilizar a las personas a combatir compañías como Monsanto utilizando estos monstruos artificiales, que convencerlas de los verdaderos daños que producen por medio de la legislación acomodada. Es claro, si me dicen que me voy a comer una mazorca frankenstein me sentiré más motivado a firmar o protestar que si me dicen que un campesino no podrá sembrar maíz de su propia cosecha.

No creo que la movilización contra los alimentos transgénicos sean una estrategia de los activistas que se oponen a Monsanto por sus verdaderos pecados. Pero la discusión sí produce ruido, con un agravante: la ciencia aquí está a favor de la gran industria, no porque sean científicos a sueldo sino porque el problema es más imaginario que real. Las verdaderas batallas, las batallas por la seguridad alimentaria, por la preservación de la diversidad y los buenos frutos tradicionales, la protección del estilo de vida de los campesinos, etc. quedan apagadas por el ruido del activismo anti-transgénico.

Hace poco leía un artículo sobre el fraccionamiento hidráulico. El fraccionamiento hidráulico es una técnica de extracción de gas natural y petróleo, donde se permite la explotación económica de un yacimiento pobre y de baja densidad inyectando un fluido hidráulico en el subsuelo el cual permite que se liberen los hidrocarburos que se quieren extraer. En el proceso, las rocas que han atrapado los hidrocarburos se fraccionan liberando el gas o el petróleo y de ahí el nombre, usualmente abreviado como fracking en inglés.

El fracking tiene varios riesgos. Al fraccionar las rocas en el subsuelo cambia los equilibrios tectónicos y se han denunciado temblores y terremotos atribuíos a esta técnica, aunque no tengo datos a la mano que corroboren si esta correlación está establecida. Lo otro es que los fluidos hidráulicos, que son básicamente agua con otras substancias disueltas que cambian la viscosidad y aumentan la densidad, puedan contaminar fuentes de agua subterráneas e, incluso, superficiales. Muchas de estas substancias son tóxicas. Y un tercer riesgo es que las rocas del subsuelo (y los mismos hidrocarburos a extraer) contaminen estas fuentes de agua subterránea.

En la perforación y extracción tradicional por bombeo, siempre existe el riesgo de que los hidrocarburos extraídos contaminen fuentes de agua subterráneas y superficiales, pero en el fracking se agrega el riesgo de contaminación por yacimientos de metales pesados y otras substancias tóxicas del subsuelo, así como la contaminación por los agregados al agua para el fluido hidráulico que se utiliza.

frackingEl artículo del diario barcelonés La Vanguardia se titula “Un informe avisa de que el ‘fracking’ puede liberar radiactividad”. El artículo menciona la posible presencia de materiales radiactivos como el uranio y el radón entre los posibles contaminantes. Mi primera impresión al leer la totalidad del artículo es que la titulación es amarillista. Es amarillista porque no es lo mismo hablar de contaminación por uranio (que es radiactivo) que contaminación radiactiva.

Cadena de desintegraciónLa radiactividad del uranio es relativamente baja. En su transición de uranio a plomo emite una serie de partículas α (alfa) que ofrecen un riesgo menor para la salud del ser humano. Dependiendo de qué tan cerca estemos de la fuente, podemos convivir con uranio toda una vida sin que nuestro riesgo de adquirir cáncer por la radiación sea significativo. Pero, al igual que el plomo y otros metales pesados, el uranio puede entrar a nuestro organismo, acumulándose y eventualmente causando una serie de enfermedades no relacionadas con la radiación. (Bueno, y una partícula α producida al interior de nuestro cuerpo es potencialmente más dañina que una partícula α producida a un par de metros de distancia)

El artículo de La Vanguardia está basado en un informe del Institulo Geológico y Minero de España IGME, publicado en enero de este año, y La Vanguardia no es clara en decir cuál es el verdadero riesgo. Solo tomó que hay elementos radiactivos como el uranio y lo convirtió en un titular: “Un informe avisa de que el ‘fracking’ puede liberar radiactividad”. Buscando el informe, titulado “Recomendaciones ambientales en relación con las medida preventivas y correctoras a considerar en proyectos relacionados con la exploración y explotación de hidrocarburos mediante técnicas de fractura hidráulica” sí se menciona el uranio, pero se es claro en establecer el verdadero riesgo a la salud humana: en su proceso de transición entre uranio y plomo, el uranio 238 pasa por radón 222, el cual es un gas inerte pero altamente soluble en agua y que potencialmente puede entrar vía aérea al organismo humano donde se comporta como cualquier otro elemento pesado.

El problema no es la radiactividad, sino la contaminación directa por radón, la cual tampoco está medida ni cuantificada en el informe de IGME. No establece si el riesgo es un riesgo mayor o menor. Pero lo que sí no es es un riesgo significativo de radiactividad liberada.

La ciencia a favor del fracking está patrocinada por una industria petroquímica que trató de vendernos la idea de que los altos niveles de plomo en la atmósfera eran normales y de que no es la actividad humana la que está causando el calentamiento global actual. Pero la ciencia en contra de esta práctica no puede caer en desinformación tal como prohibir el fracking porque este libera radiactividad.


Una respuesta a “Prohibiendo el agua”

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    Natalia

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