El que no llora no mama y el que muestra el hambre no come


Lee uno a veces las historias de los emprendedores y muchos hablan de cómo se encerraron por dos o tres meses a perfeccionar su producto, o estuvieron años intentando e intentando, fracasando y fracasando hasta que dieron con aquello que la gente quiso y los llevó al camino del éxito.

A veces siento que no tengo bien definido mi proyecto de vida. Me gustan muchas cosas. Quiero hacer muchas cosas. Quiero hacer todo que no sé por donde empezar. Me falta un tiempo para pararme a pensar realmente. Sin distracciones.

El otro día tuve una discusión con alguien cercano. Para mí es difícil en ese tipo de conversaciones decir lo que realmente pienso. Mis ideas se mezclan. Mi lengua se traba. Empiezo a decir lo que siento y me falta mucho aún para terminar de armar mi idea cuando ya me están refutando. Así que es más fácil callar. Me reclaman porque callo, pero no tengo otra opción. Ese día, al final, decidí que iba a escribir sobre lo que no pude decir. Estaba alterado y en una ventana había otra discusión: sobre política, sobre teología, sobre filosofía. No sé. No era sobre mi ni mi familia. Cuando mi mente se enfocó en ello inmediatamente sentí una calma. Ya no estaba alterado. Y me pregunté si las personas que toman, o fuman, o meten droga para escapar de sus problemas es eso lo que sienten: una distracción que parece necesaria para escapar de las cosas que los agobian.

https://www.facebook.com/chlewey/posts/10153681622044664

Gran parte del tiempo que tengo para detenerme a pensar, termina perdido en distraerme de pensar. Luego puedo pasar días enteros tratando de inventarme cómo solucionar un problema de programación o diseño con la esperanza de que sea mi carta de presentación para un nuevo emprendimiento.

Y todo ese tiempo es peleando internamente con todo lo que me toca hacer. Que tengo que salir *ya* a hacer una vuelta que no creo que sirva de mucho. Que pague, que cobre, que vaya y recoja, que venga y ayude.

No puedo darme el lujo de detenerme a pensar y arreglarme a mi mismo o para prepararme y estudiar o para encerrarme a mejorar un producto: porque los problemas están *ya*. Y es tan agobiante ese *ya* que necesito mi droga. Necesito meterme a internet a opinar de política, o de filosofía, o de cualquier güevonada que no sirva para algo práctico porque ya detesto lo práctico.

Entonces se trata de cerrar todo. Cerrar las distracciones para ver si puedo con el ya. Ni siquiera para ver si puedo detenerme a pensar, sino para ver si puedo con tantos ya que deben resolverse.

El resultado: cerrarme aun más. Ahí siempre está mi mente para inventarme diálogos y distracciones. Hace años intenté (me forzaron) a no distraerme en Twitter y Facebook y terminé perdiendo el tiempo de mis días resolviendo Sudokus, o viendo televisión.

Necesito poder detenerme. Detener todo. Cortar con esas causas de agobio y que un profesional (porque ni yo ni mi familia somos profesionales) me guíe. Sí, el profesional no me va a sacar de mis problemas pero ya está comprobado que ni la cantaleta de quienes me quieren ni mi propia persistencia pueden tampoco. Necesito detener todo.

O no.

Eso resuelve mi problema pero no el problema de los míos.

Hace varios años me ha venido cruzando la cabeza una idea y es una idea que afianzo cada vez más cuando hablo con personas que trabajan sobre el tema.

https://www.facebook.com/chlewey/posts/10153693249424664

Pero nunca había hablado el tema seriamente en casa precisamente por el problema que tengo.

Quiero hacer mucho. Quiero hacer todo, y por ello mismo me frustro con facilidad, y en esa frustración prefiero que mis hijos hagan lo que quieran así sea ver programas de televisión y videos en YouTube que no les aporta ningún valor que estar encima de ellos supervisándoles sus tareas.

No soy un buen profesor conmigo mismo. No soy un buen padre supervisando deberes escolares. ¿Cómo puedo ser un buen maestro para mis hijos?

Necesito primero detenerme. Arreglar mis propios problemas y ahí sí.

Pero no puedo detenerme. Todo es *ya*. Y el último *ya* es que las deudas hacen insostenibles muchas decisiones que tomé o dejé pasar.

Creo que la escolaridad tradicional no es la más adecuada para mi hijo y creo que sería un mal mayor sacarlo de la escolaridad tradicional donde está para pasarlo a otra escolaridad tradicional que cueste unos pocos pesos menos.

Pero el salto a la escuela en casa es un salto grande y arriesgado precisamente por el *ya* que me impidieron detenerme a tiempo.

Creo, sin embargo, que es lo mejor. Que esto puede ser incluso la terapia que yo necesito al tiempo que la mejor forma de acompañar a mi hijo, de formarlo.

Pero por ahora sé que, pase lo que pase, debo desconectarme de este canal. Tenía que escribir esto y dejarlo aquí. Tengo que lograr detenerme a sacar un proyecto importante adelante, que no es de emprendimiento y que tardará años.

Gracias por leer.

,

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Connect with Facebook

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.