Que quede claro: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Farc, que negociaron con el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos Calderón, no estaban derrotadas hace cuatro años cuando iniciaron las conversaciones, ni hace seis años cuando Ãlvaro Uribe terminó su segundo mandato. Estaban muy golpeadas, eso sÃ, al punto que entendieron que continuar la lucha armada era vano. Pero no estaban derrotadas y por ello los diálogos en La Habana no se trataban de un sometimiento a la justicia, ni una rendición, sino una salida negociada.
Muchos hubiéramos preferido una rendición, pero a veces no se trata de lo que se quiere sino de lo que se puede lograr. Las Farc fueron muy golpeadas durante el gobierno de Uribe y su cambio de estrategia. Durante los primeros dos años de la presidencia de Santos, las Farc continuaron recibiendo golpes, incluyendo las muertes en combate de Jorge Briceño (Mono Jojoy) y Alfonso Cano. Juan Manuel Santos, como Ministro de Defensa y después como Presidente, acabó con toda la cúpula militar de las Farc de 2006. Bueno, Manuel Marulanda (Tirofijo) murió enfermo, en una cueva, incapaz de recibir atención médica.
Pero a pesar de esos golpes, aún habÃa frentes activos. En 2010, cuando Uribe dejó su presidencia, las Farc seguÃan combatiendo y seguÃan reclutando y extorsionando y emboscando soldados. Nunca dejaron de hacerlo durante los ocho años del gobierno de Uribe. Pero Uribe y los dos primeros años de Santos sà los convencieron de que la insurrección armada era inútil, y por ello mismo estuvieron dispuestos a negociar.
No es que no estuvieran dispuestos antes. No creo que el Caguán haya sido una farsa. Uribe también les ofreció diálogos. Pero Andrés Pastrana Arango y Ãlvaro Uribe Vélez se equivocaron en leer a su interlocutor. Fueron dos gobiernos y una guerrilla enfrascados en determinar inamovibles de lado y lado. En la mentalidad de Uribe sólo habÃa una condición: que las Farc dejaran de ser Farc. Viendo el trato con alias Karina (antes y después de su entrega) se ve que Uribe pudo haber entregado todo sólo con que renunciaran a su nombre.
Pero lo que está acabando, el acuerdo al que se llegó el pasado 24 de agosto, no fue una rendición, ni las Farc renunciaron a ser ellas. Fue una negociación donde las Farc discutieron con el gobierno condiciones para dejar las armas.
Y hubo dos tipos de condiciones: las que competen a las Farc directamente, a sus combatientes y su futuro en la vida civil y polÃtica del paÃs, y las que se extienden a los demás colombianos.
Dentro de las primeras condiciones están los detalles de cómo dejar las armas, quién los protege mientras se desarman, qué pasará con los crÃmenes pendientes que van más allá de la rebelión (prisión, penas alternativas), cómo se reinsertarán a la vida civil, qué garantÃas de representación polÃtica tendrán, etc. En los años 1980, a raÃz de las negociaciones entre el gobierno de Belisario Betancur y las guerrillas de entonces, se creó la Unión Patriótica, como una alternativa polÃtica a las Farc y sus militantes fueron sistemáticamente masacrados por el naciente fenómeno del paramilitarismo. El M-19 tras su reinserción a la vida civil y polÃtica enfrentó el asesinato de su lÃder y candidato presidencial Carlos Pizarro Leongómez (en la misma campaña presidencial en las que Luis Carlos Galán Sarmiento y Bernardo Jaramillo Ossa perdieron sus vidas). Es entendible que las Farc estén reacias a firmar un acuerdo que las deje vulnerables.
Las Farc entienden que no pueden ganar ya la guerra, pero pueden seguir luchándola. Si no tienen garantÃas, bien podrÃan escoger morir en combate a asesinados en la plaza pública.
Las otras condiciones tienen que ver con el paÃs y con nosotros como colombianos. Se habla de reforma agraria, de repensar la estrategia contra las drogas, de redibujar el mapa polÃtico del paÃs. Es lograr en la negociación parte de lo que las motivó a alzarse en armas hace 52 años. No es todo: es apenas una parte. Es también parte de lo que algunos presidentes colombianos han querido hacer en estos 52 años. A la hora de la verdad no es una concesión del estado de derecho a las Farc, sino una oportunidad de hacer propuestas.
Desde luego, como en toda reforma agraria, si soy un hacendado que ha acumulado riqueza especulando con finca raÃz improductiva, esa reforma agraria me será desfavorable; pero si soy un campesino desplazado me puede favorecer. Podremos leer los detalles para saber si es buena o mala, pero no es una imposición fariana que se encuentre por fuera de lo que distintos gobiernos colombianos ya habÃa formulado y propuesto. Y similar pasa con las drogas y demás puntos.
También hay acuerdos sobre vÃctimas y reparación y sobre otros actores armados y sus vÃctimas.
¿Habrá impunidad?
SÃ. En cierta forma. Se habla de penas alternativas que no implican prisión, asà que si lo que queremos ver es a los responsables de crÃmenes tras las rejas no lo iremos a ver, salvo que a alguien le prueben un crimen que no está dispuesto a confesar. También habrá impunidad para los agentes del estado que se sobrepasaron de sus funciones y propiciaron una guerra sucia, salvo que les prueben un crimen que no estén dispuestos a confesar.
¿Tendrán representación en el congreso sin todos los requisitos de los partidos polÃticos?
SÃ. Es una medida temporal y no permanente, pero se extenderá por dos legislaturas. Además de la representación polÃtica tendrán derecho a las garantÃas que el estado otorga a los demás partidos polÃticos, incluyendo recursos del estado para llevar a cabo sus campañas polÃticas. La representación polÃtica en el congreso está condicionada a que quienes ocupen curules no tengan procesos penales pendientes.
¿El estado pagará una subvención a los guerrilleros rasos?
SÃ. Las mismas ayudas que hoy ya reciben los desmovilizados que desertaron de las guerrilla o las que recibieron los paramilitares que se reincorporaron a la vida civil tras los procesos de Ralito.
¿Dejarán las armas pero no entregarán bienes?
Los bienes de las Farc quedaron por fuera del acuerdo. Esto significa que las Farc no entregarán bienes como parte del acuerdo, pero igualmente todo bien que hoy tengan las Farc serán susceptibles de ser confiscados por el estado si fueron adquiridos con plata de secuestro o narcotráfico. Las leyes de extinción de dominio siguen vigentes.
¿Es esto inadmisible?
Tú dirás. No es una rendición ni una entrega de armas condicionada. Mucho menos una rendición incondicional. No es un sometimiento a la justicia. Si para ti no es admisible algo menos que un sometimiento a la justicia, entonces es claro que este acuerdo no es admisible.
Que las Autodefensas Unidas de Colombia sà se sometieron a la justicia sin estar derrotadas. SÃ. Los lÃderes de las Auc consideraron, en su momento, que eso era lo mejor para ellos y sus grupos. Era también claro que para la comunidad internacional serÃa inadmisible aceptar cualquier carácter polÃtico a las Auc y otros grupos paramilitares. Las Farc y el Eln piensan diferente y tienen expectativas diferentes.
¿Era y es posible derrotar a las Farc? ¿Llevarlas al punto en el que no vean más opción que el sometimiento a la justicia?
Tal vez, pero el costo en dinero, vidas humanas, desplazamiento interno y desprestigio del paÃs era y serÃa muy alto. En ocho años de Uribe y su Seguridad Democrática no se lograron derrotar. Durante el último año de Uribe, las Farc estaban ya retomando una ofensiva, se estaban adaptando a la nueva estrategia.
Puedo recordar tres casos en que unas fuerzas armadas regulares derrotaron a grupos guerrilleros. La Emergencia Malaya, los Jemeres Rojos y los Tigres Tamil. Y no estoy muy seguro en cuanto a los Jemeres. Básicamente Pol Pot y sus seguidores se murieron de viejos en las selvas camboyanas y algo similar pasó con los Tigres Tamil en Sri Lanka.

En la Emergencia Malaya el gobierno británico y sus aliados combatieron las guerrillas que pretendÃan liberar la Malasia Británica (hoy la parte Malaya de la PenÃnsula de Malaca) del Impero Británico y su proceso de descolonización. Cuarenta mil soldados de la Mancomunidad, un cuarto de millón de soldados Malayos aliados de los británicos y más de cincuenta mil hombres armados combatieron a una guerrilla de ocho mil individuos (en su mayorÃa chinos étnicos). Una relación de fuerzas de 40 a 1 y 12 años después los guerrilleros fueron derrotados, con grandes bajas en la población civil, principalmente debido al desplazamiento.
Ese es el tipo de costos que Colombia deberÃa enfrentar. La estrategia de Seguridad Democrática de Uribe, apoyado en el Plan Colombia que Andrés Pastrana Arango negoció con los Estados Unidos para combatir el narcotráfico, en algo se acercaron pero fueron insuficientes.
Una derrota militar, tal vez llegare a parecerse más a las derrotas de los Tigres Tamiles y los Jemeres Rojos, combatiéndolos por años y años hasta que se volvieron insignificantes, que a una rendición como la de las fuerzas del Partido Comunista Malayo tras 12 años de fallida revolución.

Asà que nos enfrentamos a dos escenarios inadmisibles:
Se acaba la lucha entre el estado y las Farc al costo inadmisible de algo de impunidad y participación polÃtica (y una que otra cosa positiva a favor de vÃctimas y reforma agraria).
O seguimos combatiendo a las Farc hasta que se rindan o se mueran, o abandonen, o sean insignificantes, con un costo inadmisible de vidas de colombianos.
Yo prefiero tomar la opción práctica. Prefiero que mueran menos colombianos y que los recursos que económicos y de personal hoy en dÃa se han dedicado a combatir a las Farc, se destinen a otros frentes como reconstrucción, reparación de vÃctimas y educación.
No digo que votaré por el «Sû en el referendo. Aún falta terminar de revisar los acuerdos y tal vez encuentre algo que sea tan inadmisible que me incline a recular mi decisión. Pero, por ahora, en mi decisión de voto el «Sû lleva la delantera.