El No ganó con un 50,21%, el Sà perdió con un 49,78%, menos de medio punto porcentual de diferencia. Ese margen tan escaso, de menos de 60 mil votos frente a una votación de más de 12 millones y medio de votos válidos, hace pensar que casi cualquier cosa pudo haber cambiado el resultado.

En la Costa Caribe el Sà ganó, pero también hubo la mayor abstención, en gran parte promovida por el paso del huracán Matthew. Si la participación en el Caribe hubiera sido similar a la del resto del paÃs, conservando las tendencias de voto de la región, ese medio punto porcentual se hubiera revertido fácilmente.
Muchos pastores evangélicos y muchos curas católicos hicieron una fuerte campaña en contra del plebiscito porque los acuerdos tenÃan enfoque de género («nos van a colar la ideologÃa de género» decÃan), o porque en el acto inaugural de la firma de los acuerdos, en el espÃritu de inclusión del gobierno con comunidades indÃgenas, hubo actos que consideraron anti-cristianos, satanistas. Si estas feligresÃas hubieran votado libremente, sin la guÃa espiritual que les mintió sobre la ideologÃa de género, ese medio punto porcentual se hubiera revertido fácilmente.

Muchos promotores del No vendieron la equivocada idea de que los acuerdos implicaban que el comunismo se tomarÃa al paÃs y que nos convertirÃamos en Cuba o en Venezuela si pasaba el plebiscito. Que en dos años se acabarÃa el papel higiénico y tendrÃamos que hacer largas filas para comprar leche en polvo. Claramente nada de eso se desprende de la letra de los acuerdos, ni de la realidad del paÃs, pero ese discurso de miedo caló. Sin esas mentiras, con un voto más libre, ese medio punto porcentual se hubiera revertido fácilmente.
Pero también hubo varios curas católicos que apoyaron abiertamente el SÃ, y sé de lÃderes evangélicos que también se mostraron favorables al mensaje cristiano del perdón. También muchos promotores del Sà amenazaron que la consecuencia del No era regresar a la guerra, incluso a una guerra peor, a una guerra urbana. ¿Cuántos votos del Sà fueron influenciados por estos lÃderes espirituales y estas mentiras apocalÃpticas? Si estos votos hubieran sido más libres el margen del No pudo haber sido más alto, más claro.
Y están los votos nulos, y la abstención general. Muchos votos nulos son sin duda personas que anularon su voto intencionalmente. Un amigo de Facebook comentaba que no lo convencÃan los acuerdos, pero tampoco querÃa avalar las mentiras de los del No, asà que su intención era votar en blanco, pero como no existÃa esa opción irÃa a anular su voto. Conceptualmente el Sà es el voto que cuenta. La pregunta era si apoyábamos un acuerdo, asà que todo abstencionista intencional, toda anulación intencional, fue un acto democrático contrario a apoyar ese acuerdo. De forzar esos votos hubieran sido votos por el No y el No hubiera sido más claro.
Noté en mis redes sociales, en Twitter, pero sobre todo en Facebook, que quienes exponÃan sus argumentos por el No, válidos o no tanto, eran atacados. Unos pocos, después de varias semanas de discusión expresaban una incertidumbre con argumentos que en el fondo expresaban más incredulidad hacia la campaña a favor del Sà que hacia los promotores del No. Otros muchos sólo se expresaron finalmente ayer después de las 5 de la tarde cuando el No ya era un hecho. No eran personas que temieran a la ideologÃa de género, ni que creyeran que nos convertirÃamos en Venezuela, pero sà personas que no se convencieron de la viabilidad de los acuerdos o desconfiaban de Santos y las Farc por igual. Pero, sobre todo, personas que no se sintieron libres de expresar sus inquietudes. Quienes se atrevÃan a expresarse por el No antes de las elecciones fueron atacados, descalificados, por muchos de los que Ãbamos por el SÃ. También lo vi al revés pero en una escala mucho menor.

Este tipo de plebiscitos deben ganarse con votaciones cercanas al 67% o más. En muchos de los pueblos que sufrieron la guerra, el apoyo fue de ese orden o superior, porque son personas que prefieren perdonar al victimario ante la perspectiva de conocer la verdad y que esta no se repita, que pensar en conceptos abstractos como la no impunidad. En 1992, en Sudáfrica, el 68,73% de los blancos apoyaron algo incluso más incierto que nuestro plebiscito: iniciar negociaciones con los negros. SÃ, conversaciones con antiguos grupos terroristas como el Concejo Nacional Africano, conversaciones que podrÃan convertir a un paÃs de ciudadanos blancos en un paÃs donde los blancos serÃan una minorÃa perseguida. Y aun asà dos de cada tres blancos consideró que era lo mejor.
¿Por qué dos de cada tres colombianos no apoyamos el plebiscito por la paz? Porque la pregunta es esa. No es sobre como revertir medio punto porcentual. JurÃdicamente hubiera sido suficiente con revertir ese medio punto porcentual, pero la legitimidad de lo aprobado hubiera quedado en entredicho en contraste con un Sà contundente, con una mayorÃa clara de colombianos que hubiéramos apoyado ese acuerdo.

Una parte fue la propaganda del No que pintaba a Colombia como una futura Venezuela. Los que llegaron a decir, con no más evidencia que una foto, que el presidente Santos era un agente de Fidel Castro, un Caballo de Troya para infiltrar al establecimiento e implantar el comunismo. La propaganda que nos convenció que las Farc son un cartel multimillonario que estaba escondiendo sus bienes para comprar votos más adelante. Otra fueron esos lÃderes cristianos (católicos y evangélicos) que nos prevenÃan frente al satanismo y la ideologÃa de género. Pero ese tipo de argumentos también pesaron en la Sudáfrica blanca de 1992, y aún asà 2 de cada 3 sudafricanos blancos apoyaron el inicio de negociaciones con la Sudáfrica negra.
El Sà perdió esa contundencia que debió haber tenido, y lo dejó al borde de que unos pastores manipuladores o un huracán hubieran logrado esa pÃrrica victoria del No, por los acuerdos mismos y la misma campaña del SÃ. Sencillamente ni el gobierno ni quienes creÃamos en el SÃ, fuimos capaces de convencer a los suficientes colombianos de que apoyar estos acuerdos era lo mejor para el paÃs.
Influyó la negociación misma. Muchos sectores se sintieron excluidos de la negociación, el más importante de ellos fue el expresidente Uribe y su caudal polÃtico. Tengo versiones encontradas, unas que dicen que Santos los invitó a participar y no aceptaron, y otras que dicen que ellos propusieron ir y Santos no aceptó. Sea la razón real, el uribismo, quien hizo posible que las Farc se sentaran a negociar, no participó y no se sintió incluido en el acuerdo final. El acuerdo final fue de otros, de un gobierno (no de un estado) con un grupo guerrillero, donde una parte importante del paÃs (ellos, el uribismo), fueron excluidos. Uribe dice que sólo lo querÃan para la foto, para avalar un acuerdo en el que no tuvo injerencia, y que por ello no fue. ¿Hubiera sido posible un acuerdo con la participación del uribismo en la mesa? Tal vez no. O tal vez sÃ, y si el acuerdo se hubiera logrado, asà hubiere sido el mismo acuerdo, el uribismo no lo hubiera estado desprestigiando con la contundencia con que lo hizo.
Influyó el acuerdo mismo. 297 páginas donde entran en mucho detalles en ciertos puntos pero dejan otros demasiado vagos. No dicen (y en mi opinión no tendrÃan que haberlo dicho) qué pasa con la plata que las Farc supuestamente tienen, o con los menores de edad reclutados. ¿Son los cuerpos de seguridad creados para evitar que masacren a los guerrilleros desmovilizados un disfraz de la guerrilla para no dejar las armas? ¿Qué pasará con unos pocos campesinos que adquirieron de buena fe unas tierras despojadas? El acuerdo mismo no fue lo suficientemente claro para dilucidar esas inquietudes, asà que en últimas se leÃa bajo nuestros presupuestos: desconfÃo de Santos y la guerrilla, entonces esas incertidumbres son huecos para implementar el peor escenario posible; o tengo esperanza, entonces esas incertidumbres se solucionarán positivamente en su debido momento. Una lectura que pudo haber convencido a muchos, sólo sirvió para confirmar nuestros preconceptos.
Influyeron las contradicciones del gobierno. Santos dijo que iba a haber cárcel y el acuerdo permitÃa que cualquier guerrillero pudiera salir sin conocer el interior de una prisión. Dijo que no participarÃan en polÃtica y nada en el acuerdo impide que los lÃderes de las Farc participen en polÃtica. Y todo ello mella en la credibilidad de un gobierno y de las polÃticas que intenta impulsar. Repito. Es muy probable que si el uribismo hubiera estado en la mesa desde el principio, el acuerdo hubiera sido muy similar. La misma alternatividad penal que permitiera que los lÃderes de las Farc, sin conocer el interior de una prisión llegaran más adelante elegidos al Congreso. El rechazo no fue porque ello pasara, sino porque pasó a pesar de la promesa de que no pasarÃa.
Influyó que vendieran el plebiscito como el «plebiscito por la paz». La paz es multidimensional y el acuerdo lo reconoce. El acuerdo va más allá de las condiciones para que un solo grupo guerrillero, las Farc, se desmovilicen y pretende reivindicaciones sociales y polÃtica antidroga que, en mi opinión, contribuyen a esa paz multidimensional. Pero excluye (y no tendrÃa por qué incluirlo) a otros grupos. Excluye a nuestro comportamiento intolerante frente a las diferencias. Por muy buena intención del acuerdo, y por más alcances adicionales que pretenda, no puede garantizar la paz, asà que no era un plebiscito por la paz. Y, por otro lado, se vende al No como la guerra. Y claramente no es asÃ. El No era una incertidumbre, es una incertidumbre, pero no es garantÃa de guerra. Ni las Farc, ni el gobierno, ni la oposición de derecha, están interesados en que las negociaciones y la tregua terminen (aunque creo que sà está en el deseo de algunos, lejos de la mayorÃa pero sà algunos, de quienes votaron No). Y lo vemos. Llevamos un año largo en tregua. Un mes desde que se anunció que la tregua era indefinida, y hoy no amanecimos matándonos.
Influyeron los gestos de las mismas Farc. Si no pedÃan perdón, los colombianos no podrÃamos votar SÃ, porque no tienen voluntad de reconciliación. Cuando pidieron perdón, entonces los colombianos podremos votar No porque el perdón ya los comprometió a que no regresarán a la guerra. Si negocian estando armados es porque nos están amenazando, pero si se desarman, ya el estado logró su objetivo y no hay nada que negociar. Y como las Farc no son tontas, no han declarado todos sus bienes, ni revelado todas sus verdades, ni se desarmarán antes de tener algo seguro.
Aprender a negociar es conocer al otro. Lograr la paz es entender al otro. O no. Depende qué entendamos por paz. La eliminación del otro significa también la paz para mÃ. Muchos de los promotores del Sà estarÃamos contentos con que no existiera el uribismo y esos otros obstáculos para implementar la paz con las Farc. Asà como muchos promotores del No estarÃan contentos con que no existieran las Farc y asà lograr la paz entre todos los que no somos Farc. Queremos una paz que no nos implique reconocer al otro, al que piensa distinto. Que no nos exija tener que conocer qué anhela, qué piensa, qué quiere, qué desea. Entonces la negociación es sólo yo qué quiero. Quiero que las Farc se desmovilicen y paguen cárcel, y que la plata de las Farc sirva para que no me cobren más impuestos. Quiero que Uribe y Cabal y Pachito Santos se callen y dejen de oponerse a todo sólo porque ellos no son los protagonistas. Y cuando escuchamos al otro, es sólo con la intención de buscar cómo rebatirlo. Leer el acuerdo para encontrar una palabra ambigua e inventarme unas consecuencias desfavorables. Buscar qué tan infundado es cada argumento por el No. Y luego pregonar sin pena que no estoy obligado a entender al otro, porque el otro es un intolerante.
Quisiera ser optimista y que este No sea un punto de partida para una renegociación más incluyente, en la que al final se logre un mejor acuerdo para el futuro del paÃs.
Pero soy pesimista. Para las Farc su mejor interés es no apresurarse. Para el gobierno su mejor interés es invitar real y no simbólicamente al uribismo y otros sectores polÃticos adversos. Pero para el uribismo su mejor interés es no apresurarse. El gobierno depositó la mayor parte de su caudal polÃtico en esta negociación y en este plebiscito y lo perdió. Las Farc ya saben que no es con Santos con quien tienen que negociar. Y está la tregua. Eso es bueno. Por ahora. Pero eso significa también que no hay afán. Las Farc pueden seguir haciendo actos polÃticos, que a la larga servirán para recoger las banderas del Polo Democrático y, cuando prospere finalmente un acuerdo, si es que prospera, estarán polÃticamente más fortalecidas. El Centro Democrático puede seguir alargando el proceso con la esperanza de lograr retomar el poder en 2018 y ahà sà acabarlo. Y mientras tanto, el ELN podrá seguir con sus ambigüedades sabiendo que con el gobierno de Santos no se va a negociar. Sabiendo que la tregua entre las Farc y el gobierno es frágil y que eso les permite cierto grado de impunidad. Y algo similar pasa con las bacrim herederas del paramilitarismo.
Voté SÃ, porque consideré que era lo mejor para el paÃs. Sabiendo que no era la paz. Sabiendo que habÃa cosas que no me gustaban en esos acuerdos. Sabiendo que el No no implicarÃa la reanudación de la guerra. Algunos decÃan que como no se puede confiar ni en Santos ni en las Farc, habÃa que votar No. Mi desconfianza en Santos y las Farc fueron parte de mi decisión por el SÃ, porque el Sà era comprometer a ese Santos y esas Farc con la letra de unos acuerdos que, aunque imperfectos, eran medibles. Hoy no caÃmos en el peor escenario: la reanudación de la guerra, pero nos enfrentamos a más años de negociación en medio de una frágil tregua que le conviene más al ELN y las bacrim. Y al final uno de dos desenlaces posibles: llegar a un acuerdo que sea escencialmente lo mismo que ayer rechazamos, o que eventualmente la tregua se rompa, por ejemplo el dÃa que un candidato de la derecha asuma como presidente el 7 de agosto de 2018 y no pasó nada, excepto que el ELN y las bacrim se fortalecieron.
En el mejor de los casos: Ãlvaro Uribe Vélez, Humberto de La Calle Lombana y Rodrigo Londoño Echeverry estarán en Oslo el 10 de diciembre de 2017 recibiendo el premio Nobel de la Paz. No soy tan optimista.