Crecà con la idea de que el narcotráfico era el peor de los delitos, porque envenenaba a los niños y porque sus mayores exponentes eran asesinos como Escobar y RodrÃguez Gacha. Salà al extranjero con el estigma del pasaporte colombiano. Me fastidiaba la aceptación social del consumo de narcóticos en paÃses ricos mientras que en Colombia librábamos una guerra, exigida por esos paÃses ricos, y en la cual morÃan colombianos.
Eran los años 1980 y en Colombia estaba el debate de la extradición. Las izquierdas con su discurso pro-soberanÃa se oponÃan. Asesinos como Escobar libraron una guerra para oponerse a la misma. Yo no lo veÃa como un asunto de soberanÃa. Si un ciudadano colombiano va a otro paÃs y comete un delito grave allá, no deberÃa regresarse a Colombia y ampararse en la no extradición de nacionales para librarse de su pena. Pero, finalmente, entre la convicción de unos y el interés de otros, quedó como norma constitucional la no extradición de colombianos.
Hablo en pasado porque algunas percepciones cambian. Hoy creo que el principal crimen de Escobar no fue haber sido un narcotraficante sino haber sido un asesino. Y aunque sigo creyendo que la extradición no es una cuestión de soberanÃa, sà creo que un asesino y narcotraficante deberÃa responder primero por sus asesinatos en Colombia y luego si por el supuesto crimen transnacional de narcotráfico.
Cuando Uribe habla de haber desmantelado el paramilitarismo extraditando a sus cabecillas, me parece un pésimo argumento. Uribe se burló de su propia ley de Justicia y Paz. Bueno, de una ley algo más dura de la que él habÃa propuesto para desmovilizar a los paramilitares. SÃ. La expectativa de penas por narcotráfico en Estados Unidos para Mancuso y otros paramilitares es mayor que las penas que obtendrÃan en Colombia por su participación en masacres y otros crÃmenes de lesa humanidad. Pero el objetivo de la ley de Justicia y Paz era buscar la verdad y la reparación, asà el costo fueran penas cortas.
En un enfoque netamente punitivo, sÃ, esos jefes paramilitares están teniendo un mayor castigo en Estados Unidos que en Colombia. Pero allá no tienen un incentivo para decir la verdad sobre sus crÃmenes en Colombia de forma tal que se pueda dar cierre y reparar a las vÃctimas y sus deudos.
Mostrar como un gran logro de la polÃtica criminal el alto número de extradiciones aprobadas durante el gobierno de Uribe es un exabrupto. Eso lo que muestra es que la polÃtica criminal en Colombia está lejos de ser lo que necesitamos los colombianos. La extradición en sà no es una cuestión de soberanÃa. La extradición como se ha venido manejando sà es una renuncia de la soberanÃa del pueblo colombiano sobre nuestra propia justicia.
Ahora estamos ante el dilema de si extraditamos o no a alias Jesús Sántrich. Muchos quieren verlo extraditado porque aún estamos pensando en cómo castigar a las FARC, y Sántrich en una cárcel gringa es un buen sustituto a verlos muertos en combate. Personalmente creo que lo prioritario no es castigar, sino reparar y prevenir. Anteponer la extradición atenta contra este objetivo.
Ojo. No estoy diciendo que Sántrich no deba ser extraditado. Si tras decir la verdad, reparar y prevenir sigue delinquiendo debe responder ante la justicia existente (sea en Colombia o en Estados Unidos). Si no colabora responderá no sólo por los nuevos delitos sino por los pasados bajo las leyes vigentes (es decir en Colombia o en Estados Unidos, según el caso). Lo que digo es que primero debe establecerse qué tanto le debe a las vÃctimas en Colombia y luego sÃ, si hizo méritos para ello, ser extraditado.