Doñaflorindos


La idea de que un pobre asalariado no debería votar por la derecha o si no es un traidor de clase, o sufre de síndrome de Estocolmo o síndrome de Doña Florinda es partir de una retórica de conflicto empleado-empleador y desconocer que somos personas complejas y desconocer que hay más razones que sólo prebendas laborales.

Una buena parte de la izquierda se presenta como la abogada de causas. No sólo la causa del pobre asalariado, también la de las reivindicaciones de género y raza, la de las causas animalistas y ecológicas y, en últimas, la que quiere meterle la mano a todos los aspectos de nuestras vidas con la mejor intención. Para muchos asalariados pobres, para muchas mujeres y para muchos en las minorías LGBT*, para muchos negros e indios, esas buenas intenciones no son suficientes frente al peligro que los bienintencionados representan: poner al estado a inmiscuirse en nuestras vidas.

No todo empleado ve a su empleador como el enemigo a vencer. Si esa mentalidad fuera general y se reflejara en las urnas, mientras haya más empleados que empleadores ganarían una y otra vez los candidatos de izquierda, legislando lo que los sindicatos han obtenido negociando y, como el empleador es el enemigo, aumentando salarios por ley y cobrando más y más impuestos a la industria hasta que se ahoga la industria y está quiebra o se va. Entonces no habrá empleos, ni quién pague los subsidios de desempleo, y muchos desempleados se convertirán en empresarios independientes informales porque formalizarse es oneroso. Hasta que haya más empresarios que empleados y empiecen a votar por la derecha.

Sí. Mucho asalariado pobre prefiere ser agradecido con su empleador a ver a su empleador como el enemigo de clase. Mucho pequeño empresario y trabajador independiente prefiere un estado que lo deje trabajar que uno que, por supuestamente proteger al trabajador, ponga trabas y controles. Muchos empleados son hermanos, padres, hijos, de pequeños empresarios independientes. Y muchos de ellos ven en la derecha que promete no inmiscuirse un mejor aliado que la izquierda que promete proteger al empleado.

Y cuando esa izquierda prefiere tratar a los pobres que no la apoyan de tarados, traidores, o doñaflorindos, significa que esa izquierda no conectó con ellos ni les interesa.

Y de eso se trató en gran medida el triunfo de Trump en 2016. Y es por eso que Duque está más adentro que afuera del Palacio de Nariño.


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