Ni venezolarización ni uberrimización


Por mucho tiempo los sectores reaccionarios de Colombia nos han estado vendiendo la idea de que decirle Sí al proceso de paz, o votar por Gustavo Petro, es nuestro camino a convertirnos en Venezuela. Un país por allá donde existe una dictadura comunista y el pueblo se muere de hambre y tiene que emigrar a países como Colombia, Perú, Panamá o Estados Unidos.

En respuesta, varios sectores de la alternativa política hablan de que el verdadero peligro de dictadura en Colombia lo representa el dueño de El Ubérrimo, el senador y expresidente Álvaro Uribe Vélez. Uribe estaría acumulando el poder con su posición en el Senado y por medio de su discípulo Iván Duque candidato a la presidencia de Colombia, para reinstaurar los falsos positivos, perseguir a la oposición, oprimir a los no heterosexuales, etc.

Gustavo Petro militó en su juventud en el M-19, un grupo guerrillero que operó entre los años 1970 y 1980, pero se reintegró a la vida civil en 1990. Desde entonces el M-19 y sus miembros han participado en política, fueron la mayor votación individual para la Asamblea Nacional Constituyente que promulgó la Constitución de 1991, y desde entonces Petro ha ocupado varios puestos de elección popular, habiendo sido Representante a la Cámara, Senado y Alcalde de Bogotá. De 1990 hacia acá no ha sido señalado de ningún problema judicial. Durante su alcaldía fue destituído por el entonces Procurador Alejandro Ordóñez, pero reinstaurado cuando un juez consideró que la destitución no tenía méritos.

Después de la absolución al coronel golpista venezolano Hugo Chávez Frías, Petro acompañó a Chávez durante una visita a Bogotá. Petro no ha ocultado su admiración hacia coronel que se hizo presidente de Venezuela y lideró un cambio de régimen en la vecina república. Otras personas que también han admirado a Chávez incluyen a Rafael Correa y Evo Morales, a Néstor Kírchner y Cristina Fernández de Kírchner, y otros líderes latinoamericanos de izquierda que han liderado transformaciones en sus países. Otros líderes de la izquierda latinoamericana como Lula da Silva y Michelle Bachelet, han sido más críticos del modelo de Chávez.

Los procesos de Correa en Ecuador, Morales en Bolívia y Kírchner en Argentina pasaron por varios problemas, pero Ecuador y Argentina, antes de Correa y de los Kírchner atravesaron problemas institucionales graves que los regímenes de Correa y los Kírchner ayudaron a estabilizar. En 2015 Kírchner le entrega el poder al empresario Mauricio Macri de corriente contraria al socialismo. Con varios problemas durante el ajuste, la situación en Ecuador, Bolivia y Argentina está muy lejos del desastre que se vive en Venezuela, y en otros muchos aspectos están mejor de lo que hubiera pasado sin el liderazgo de Correa, Morales y los Kírchner. Varios indicadores son muy dicientes: la pobreza y la pobreza extrema disminuyeron. Incluso Venezuela, hace unos cinco o tres años tenía este tipo de cifras para mostrar.

¿Por qué fue Venezuela un rotundo fracaso y otros países con regímenes similares no? Un factor es la profundidad de las reformas. Venezuela buscó un camino totalitarista de instaurar las ideas políticas de Chávez, transformando la sociedad gradualmente hasta que el modelo social y económico fuere irreconocible. Los demás hicieron reestructuraciones desde el modelo existente. El sistema económico en Ecuador y Bolivia sigue siendo el capitalismo de mercado con una parte de capitalismo de estado. Correa conservó el dólar estadounidense como la moneda en curso en Ecuador.

Desde luego cabe la pregunta ¿quisieron pero no pudieron hacer lo mismo que en Venezuela? ¿O no quisieron? ¿O lo hicieron sin cometer los errores venezolanos?

Venezuela antes de Chávez era un país rico y próspero pero en papel. Con una de las principales reservas de petróleo en el mundo la economía dependía de la explotación de hidrocarburos. La gasolina, así como muchos otros productos de consumo eran subsidiados. Con una balanza comercial dominada por el petróleo era más fácil comprar afuera que tener industria interna, así que para tener industria ésta era también subsidiada.

Una de las primeras cosas que hizo Chávez fue lograr el control de Petróleos de Venezuela, S. A. (PDVSA), la empresa que controla la explotación del hidrocarburo en la vecina república y con eso se hizo al control de la economía venezolana. La plata del petróleo le sirvió para financiar sus políticas, pero en el proceso una gran parte de la industria venezolana empezó a irse ante los temores de expropiaciones o por su falta de competitividad.

Chávez y los gerentes que nombró en PDVSA no fueron particularmente eficientes en la gestión de la empresa, pero no importaba. El precio internacional del petróleo subió considerablemente, cubriendo con creces cualquier ineficiencia y el gobierno venezolano comenzó a depender cada vez más de esa fuente de ingresos fáciles.

Aunque el petróleo es por mucho la principal fuente de divisas del Ecuador, y el gas natural es un recurso importante en Bolivia, sus economías no dependen tanto de los hidrocarburos como la economía venezolana, producto de políticas ejecutadas desde mucho antes que Chávez y que Chávez no se preocupó de corregir.

El petróleo es también una fuente importante de divisas para Colombia pero estamos lejos de depender de éste. Nuestra economía es mucho más diversificada así como nuestras exportaciones. Los planes de Petro incluyen depender aún menos del petróleo. No existe en Colombia un recurso del cual un futuro presidente como Gustavo Petro pueda echar mano para controlar todos los aspectos de la vida de los colombianos.

Las economías de Ecuador, Bolivia y Argentina están lejos de ser maravillas. Durante el gobierno de Cristina de Kírchner, gran parte del capital de inversión internacional en Argentina se fue. Ecuador tiene ahora una deuda externa grande. Ha habido leyes de mordaza a la prensa. En Chile y Brasil, con gobiernos de izquierda más críticos del chavismo no se ha presentado este otro tipo de problemas.

La palabra «socialismo» es el coco de muchos pensadores económicos colombianos. Es fácil ver cómo muchas formas de socialismo han fracasado, y ante la evidencia de países en los que el socialismo no ha fracasado la respuesta es que no son socialistas. Desde luego, esto parte de entender qué entendemos por socialismo, pero para muchos pensadores socialistas, el socialismo es el énfasis de que el estado vela por suplir las necesidades de la población. Los partidos socialdemócratas en los países nórdicos han mantenido un sistema capitalista de producción, mercados libres, y estados que velan por suplir las necesidades de la población. Y funcionan. Pero la respuesta de algunos es que no son socialistas porque los mercados siguen siendo libres.

China es hoy la segunda economía del planeta. Tercera si se toma la Unión Europea como un solo bloque. Su modelo político y social es comunista, aunque su modelo económico se haya movido hacia una forma de capitalismo.

En la primera década del siglo XXI, se identificaron seis países de economías emergentes, una importante generación joven preparada, diversidad en sus economías, y gran potencial de crecimiento. Estos países conocidos como los tigrillos (o civetas, en inglés CIVETS, que es a su vez una sigla) son Colombia, Indonesia, Egipto, Turquía y Sudáfrica. El sexto de esos países es un país comunista: Vietnam.

Si queremos ver el fracaso buscamos el fracaso e ignoramos lo que no es tan fracasado. Nos meten miedo con volvernos Venezuela, no con volvernos Ecuador. No con volvernos Vietnam que superada su guerra interna, su guerra contra Estados Unidos, su guerra contra China y Camboya, se ha convertido en el segundo exportador de café, lugar antes ostentado por Colombia (quien ni siquiera es hoy el tercero sino el sexto) y una economía tan prometedora como la colombiana o la sudafricana (país este último invitado al G-20). Sí, al nivel de la Colombia que ha sido admitida en la OCDE.

Una parte de la sociedad nos quiere meter el miedo a los colombianos de que una vez Gustavo Petro ponga pie en la Casa de Nariño estaremos en rumbo de convertirnos en Venezuela, pero es muy poco probable que pase. Ni lo que pasa en Venezuela es el único destino posible del «socialismo», ni Petro tendría los medios para lograrlo si quisiera y mucho menos entrando con un congreso mayoritariamente en contra.

Pero Gustavo Petro no es la única opción que asusta.

Iván Duque Márquez tampoco asusta mucho. Hijo del difunto gobernador, ministro y registrador Iván Duque Escobar, su hoja de vida es más bien modesta. Algunos cargos como consejero de segundo o tercer nivel en Washington, que muchos consideran no más que corbatas (puestos públicos sin mayores responsabilidades utilizados como pagos de favores políticos). Duque sirvió como senador, elegido por el Centro Democrático, en lista cerrada encabezada por el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Su desempeño como senador ha sido productivo.

Duque no asusta porque no ha hecho mucho que cause miedo. Quien asusta es quien está detrás de Duque: su jefe de bancada como senador y dueño del aviso del partido que seleccionó a Duque como su candidato, el Centro Democrático. Duque no tiene suficiente experiencia y trayectoria política para que tengamos alguna idea de quién puede ser. Incluso algunos comparan a Duque con Zelig, el personaje camaleónico de Woody Allen que termina copiando los atributos de las personas que están a su alrededor. Nacido en Bogotá de padres antioqueños y habiendo vivido gran parte de su vida adulta en Washington mantiene algo de acento paisa, pero cuando se sube a tarima con Álvaro Uribe copia completamente la entonación, patrones de habla y acento de su mentor. En otras instancias su acento es más neutro, más imperceptible, o incluso más bogotano.

Con tan modesta hoja de vida, muchos no dudan que quien realmente estará en el poder mientras Duque sea presidente es su mentor, el senador y expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Uribe es aun admirado por muchas personas. Uribe subió al poder durante la época en la cual el grupo insurgente Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo, FARC-EP, estaban más fortalecidas y tenían mayor control territorial, y gracias a la mejora en tácticas y equipos de las Fuerzas Militares constitucionales de Colombia, producto de su antecesor y del Plan Colombia, logró reducir en gran medida el impacto de las FARC-EP en la población colombiana.

Para lograrlo, lo que Uribe hizo fue exigir más y más resultados a las Fuerzas Militares, y para incentivar esos resultados creó un plan de recompensas. Parte de esa exigencia fue efectiva. Mejoró la inteligencia militar, así como las tácticas de las Fuerzas Militares. Pero se presentó un problema.

La forma más efectiva que encontró Uribe en su gobierno para medir resultados y dar recompensas fue contando bajas. Como tal, gran parte de las Fuerzas Militares se convirtieron en empresas de producir bajas. Esto no es algo se se inventó Uribe. Es algo que existía desde antes: elementos en las Fuerzas Militeres (¿muchos? ¿unos cuantos?) que en su afán de presentar resultados presentan guerrilleros abatidos en combate, sea que el cuerpo perteneciera a un guerrillero, o simplemente un campesino que podían disfrazar de guerrillero. Pero ante la insistencia de Uribe de que le reportaran resultados la práctica se extendió.

¿Fue Uribe engañado por una política criminal de una mafia al interior de las Fuerzas Militares? Tal vez. Pero ante las primeras denuncias de este tipo de irregularidades, el entonces presidente Uribe desestimó los señalamientos dando a entender que igual eran buenas bajas: «No estarían recogiendo café». No sería sino con la acumulación de casos y de denuncias que pide suspender el sistema de recompensas y ordena castigar a los culpables.

Los críticos de Uribe insisten en que el entonces presidente sabía desde un principio. Que no le estaba pidiendo resultado a los militares para medirlos, sino que él mismo, como presidente, se valía de esos resultados para mostrar su propia efectividad como Comandante Supremo. en otras palabras, dan a entender que los falsos positivos (nombre dado a la práctica de presentar civiles como bajas de enemigos en combate) fueron una política de gobierno durante el gobierno de Uribe.

Si no lo fue, Uribe es de todas formas políticamente responsable de permitir que pasara y de desestimar las primeras denuncias.

Al término del mandato de Uribe se hablaba de unas 3.000 víctimas de falsos positivos. Investigaciones recientes señalan que pudieron ser más de 10.000 ciudadanos asesinados por miembros de las Fuerzas Militares de Colombia con el sólo objetivo de presentar resultados.

A Uribe se le han abierto más de 200 investigaciones, varias de ellas aún abiertas, que lo vinculan con paramilitarismo, narcotráfico, matanzas y otros delitos. Muchas han sido cerradas por falta de pruebas, por testigos que se retractan o por testigos que mueren en extrañas circunstancias antes de comparecer. Esto crea suspicacias.

Varias de las personas que acompañaron a Uribe en su gobierno están hoy encarceladas o prófugas.

Para muchas personas este es un patrón claro: Álvaro Uribe Vélez es un criminal. Aunque para sus defensores Uribe es la víctima de una persecución judicial como venganza por su éxito contra las FARC.

Duque ya ha expresado que Uribe debería ser el próximo presidente del senado. Y una de sus propuestas de campaña es unificar las Cortes nacionales. Un efecto de esa posible unificación sería que varios magistrados perderían su trabajo y los que queden podrían ser aquellos afines al régimen. Por no hablar de que se cerrarían los casos contra Uribe.

Estaríamos hablando de una concentración del poder ejecutivo, legislativo y judicial en una persona: el expresidente

Ya sabemos que el expresidente cambió la constitución para hacerse reelegir. Y la mandó cambiar una segunda vez para volverse a reelegir, sólo que esta vez la Corte Constitucional consideró que eso acababa con el sistema de pesos y contrapesos de la Constitución.

Estamos hablando de que el mentor de Iván Duque. El que se sube a la tarima. El que Duque imita cuando habla en esas tarimas. El dueño del aviso por el cual Duque llegó a la consulta interpartidista, tiene una experiencia probada de querer cambiar la constitución a su antojo.

Pero no es sólo Uribe. Detrás de Duque está también Alejandro Ordóñez. Un católico sedevacantista sectario que usó su cargo como Procurador General para evitar que se cumplieran mandatos de las cortes de cumplir abortos en los casos permitidos por la ley. Crítico de derechos de la población LGBT+ que buscan su no-exclusión de la sociedad y los derechos que la sociedad garantiza, incluyendo el derecho a formar una familia.

Los más pesimistas ven la llegada de Duque al poder como el fin del Estado Social de Derecho, con Uribe en control del Congreso, de la Casa de Nariño y, pronto, de una corte única, con el objetivo de perpetuarse en el poder.

También, gran parte del sector que apoya a Duque ha sido contrario a los acuerdos de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC y muchos quisieran acabarlo. Hoy las FARC están desmovilizadas y ya entregaron armas. Un rompimiento del acuerdo probablemente no implique la reanudación de la guerra, pero sí implica la suspensión de la Jurisdicción Especial para la Paz y el incentivo para que los desmovilizados cuenten su verdad sobre la guerra. Implica la suspensión de los programas adicionales como sustitución de cultivos ilícitos, o la reparación de las víctimas.

Pero no va a pasar. El gran respaldo político que ha recibido Duque tras su triunfo parcial en la primera vuelta presidencial no están respaldando a Duque como un respaldo a Uribe y su presunta hambre de acumulación de poder. Los sueños más húmedos del uribismo, si es que existen, no tienen respaldo mayoritario. Y eso partiendo de que tal sueño húmedo sea verdad y de que Duque lo comparta.

Las mayorías que logre Duque en el congreso son condicionadas y eso haría muy díficil lograr reformas que reduzcan la diversidad política del Estado.

Al igual que Petro, Duque intentará algunas reformas acordes a su programa de gobierno, pero así como Colombia no se va a convertir en Venezuela, Colombia tampoco se va a convertir en una extensión del Ubérrimo, de la finca privada de Álvaro Uribe. Tanto Duque como Petro tendrán varios ojos encima y, en últimas, lo más conveniente para ambos es mostrar que el país puede mejorar bajo su mandatos


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