Carlos Eugenio a bordo


Cuando nació mi primer hijo, entre los muchos elementos de lencería, dotación, aseo, seguridad doméstica, etc. que adquirimos se encontraba un pequeño letrero para colgar en el vidrio trasero del carro advirtiendo que se encontraba un “bebé a bordo”. No sé el grueso de los conductores qué tanta atención prestan a esos letreros pero, para lo que pudiere pasar, parecía apropiado.
A veces me preguntaba si debía retirar el aviso cuando mi hijo no estaba a bordo del vehículo, pero finalmente ahí permaneció durante la mayor parte del tiempo en que mis hijos fueron bebés pequeños.

¿Tiene algún sentido esa advertencia? Quien la mire puede decidir tener más cuidado. No es que otros conductores anden pensando en estrellar a cualquiera salvo que sepan que hay niños pequeños u otras posibles víctimas especiales. Pero la advertencia sólo funcionaría si es creíble.

Hay quienes denuncian que las ambulancias sirven de servicio de taxi o de mensajería para altas personalidades, por ejemplo, usando sus luces de emergencia para avanzar sobre el tráfico y no para lo que fueron hechas: transportar pacientes graves que requieren llegar rápido. Cuando creemos que una ambulancia no está en una emergencia real, los demás automovilistas nos podemos sentir tentados a no otorgarles ningún privilegio, por ejemplo a no orillarnos para permitir que pasen. Con el consiguiente perjuicio a los pacientes realmente graves que transporte una ambulancia seria.

En los años ochenta empezaron a ponerse de moda los letreros de “bebé a bordo” (originalmente en su versión anglo de “baby on board”), al poco tiempo el ingenio llevó a que proliferaran letreros de “mascota a bordo”, “recién casados a bordo”, “suegra a bordo”, y un largo número de et céteras a bordo. Lo que originalmente era una advertencia se convirtió en un chiste.

Afortunadamente ese chiste desapareció y cuando mis bebés fueron pequeños su letrero de “bebé a bordo” era poseedor de su completo significado.

Pero hoy vemos una proliferación de “Fulanito a bordo”, con todas las variaciones comunes de nombres. ¿Quién es ese Fulanito? ¿El bebé que va a bordo y al que los demás conductores debemos proteger? ¿El hijo del conductor que ya no clasifica como bebé? ¿El conductor mismo o su media naranja? Tal vez no sea todavía el chiste de la temporada, pero a la ya prácticamente inútil advertencia de “bebé a bordo”, esta nueve proliferación de ingenio la hace más inútil aún.


2 respuestas a “Carlos Eugenio a bordo”

  1. Esos letreros son una brecha de seguridad innecesaria, permiten que extraños sepan el nombre del niño que está en el carro.

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