Las fotos que tengo sobre elefantes y la balsa de bambú fueron en el rÃo Taeng, uno de los principales afluentes del rÃo Ping.

El rÃo Ping pasaba al lado del hotel donde me hospedé en Chiang Mai. Más abajo el Ping se une al rÃo Nan para formar el rÃo Chao Phraya, o rÃo de los reyes, esa gran arteria fluvial que atraviesa a Bangkok donde se divide en diversos canales de irrigación y navegación. Asà que gran parte de mi estadÃa en Tailandia ocurrió sobre ese sistema fluvial.
A veces pareciera que Colombia no es una nación de rÃos. Nuestro territorio esta surcado por innumerables rÃos. Varios de ellos posiblemente más caudalosos que el majestuoso Chao Phraya, y en el litoral pacÃfico y en el suroriente colombiano los rÃos son el principal medio de transporte y subsistencia. Pero el grueso de la población colombiana vive en los altiplanos y valles andinos y el litoral caribe cerca a los rÃos pero sin integrarlos plenamente.
Posiblemente mi perspectiva esté sesgada por mi experiencia como bogotano que tan sólo ocasionalmente ha visitado a ciudades como Cali, MedellÃn y Barranquilla.
Uno de cada cinco colombianos vive en la cuenca del rÃo Bogotá. Pero no viven el rÃo. El rÃo se ha convertido apenas en ese necesario pero incómodo desagüe. De niño crecà creyendo que caño era más afÃn a alcantarilla que a los incómodos rÃos que atraviesan la ciudad son sólo desagües tributarios del desagüe mayor: el rÃo Bogotá.
Los rÃos Cali y MedellÃn parecen tener un poco mejor suerte pero la ciudades no viven alrededor del rÃo sino que estos son rajas en medio de la ciudad y en Barranquilla el Magdalena es el puerto, no la arteria, mientras que todos los arroyos secos que atraviesan la ciudad los pavimentaron y los llamaron “callesâ€. Tal vez porque Barranquilla al margen del Magdalena y no alrededor del mismo.
El tipo de vida alrededor del rÃo que vi en Bangkok no la puedo imaginar en Colombia. Por aquà el referente más cercano que tengo es el de Guayaquil. Otros sitios que conozco pueden incluir Viena y su Danubio (y por pelÃculas otra ciudades alrededor del Danubio), ParÃs y su Sena o Estocolmo y sus lagos. Puedo presumir si Londres y su Támesis.
Reflexiono sobre esto a partir de algunas crÃticas que leo sobre la propuesta ambiental de Enrique Peñalosa respecto a Bogotá y sus rÃos sin haberla leÃdo directamente ni haber averiguado la de los otros candidatos.
La idea parece ser acercar a la ciudad a sus rÃos y humedales mediante la construcción de parques recreativos y el saneamiento del rÃo. Parafraseando un poco a Miguel Olaya, convertir a los rÃos y humedales en prÃstinos espejos de agua al rededor de los cuales se construyen parques de cemento para que los bogotanos podamos ir a ver nuestro rÃo.
La otra opciórecuperar los rÃos no pensando en la gente sino buscando restablecer su ecologÃa original. Llevado a un extremo es divorciar aún más al bogotano de su rÃo con el fin de que el bogotano no termine de arruinar el rÃo, estableciendo un parque ecológico (no recreativo) alrededor del curso de agua.
Igual no somos una nación de rÃos y tal vez no valga la pena pretender que los bogotanos lo seamos. Por románticos que sean el Sena o el Danubio en medio de ParÃs o Viena. Por interesante que pueda se ver actividad humana volcada sobre un rÃo como el Chao Phraya o por bonito que haya quedado el malecón de Guayaquil, por pintoresco que sea ver pescadores de caña en los canales de Estocolmo o en el rÃo Ping en Chiang Mai, el rÃo Bogotá y la dinámica demográfica de la ciudad no dan para ello y la recuperación ecológica tiene mayor sentido.
Un rÃo que no huela a alcantarilla pero que sà huela a rÃo.